El Barcelona viene de ganarle al levante por 2-1, pero por primera vez en dos años el puesto del entrenador, Xavi Hernández, está en veremos. La victoria, luego de encajar un gol en el primer minuto, no dejó satisfechos a los aficionados presentes en el Estadio Olímpico de Montjuic, ni a los medios, quienes creen que al técnico le falta algo, a pesar de haber ganado el año anterior la Liga Española.
Lo cierto es que Xavi ha tenido suerte, mucha suerte, porque por menos que lo ocurrido con él, y por mucho menos que sus declaraciones en conferencias de prensa, su antecesor, Ronald Koeman, perdió el puesto poco después de que Joan Laporta se hiciera cargo de la presidencia del club, tras la salida de la junta directiva anterior. Y Koeman fue héroe en la primera Copa de Europa ganada por el equipo catalán. No era un técnico cualquiera.
Sin embargo, dos años después de asumir como entrenador, a pesar de haber tenido todos los fichajes que quiso, cada jugador que pidió, el Barcelona sigue sin jugar a nada, gana sobre la bocina, sufre, hace aguas en defensa, y el vestuario no está todo lo unido que debiera, con polémicas generadas por gestos de unos, declaraciones de otros, con Robert Lewandowski e Ilkay Gundogan como protagonistas.
EUROPA LE PASA LA CUENTA A XAVI
Xavi es el señor de las justificaciones. Siempre encuentra una para explicar las derrotas, sobre todo en competiciones europeas, donde solo ha ganado siete de 20 partidos desde que asumió como entrenador. Es más, desde noviembre de 2021, cuando sustituyó a Koeman, el de Terrazas cayó en cuatro eliminatorias europeas consecutivas, sin conseguir avanzar ni en la UEFA Champions League ni en la Europa League.
Justo después de convertirse en entrenador del primer equipo, el Barcelona no consiguió los puntos que necesitaba para alcanzar los cuartos de finales de la Champions, aunque Koeman lo había dejado vivo al equipo. Y por si fuera poco, se enroló por derecho propio en la UEFA Europa League, pero hizo el ridículo en cuartos de final ante el Eintrach de Frankfurt, cuyos aficionados colmaron el Camp Nou para el partido de vuelta.
Esa vez, ni en casa fueron locales, y la marea blanca que llenó el Camp Nou, le pasó factura a jugadores y cuerpo técnico, que no entendían cómo allí los germanos tenían el respaldo mayoritario de una afición más alegre y entusiasta que la propia, y todo eso terminó por darle la victoria a los visitantes. Con esa actuación bastaba para que un técnico cualquiera fuera despedido, pero Xavi sobrevivió.
Al año siguiente, en la temporada 2022-2023, tampoco pudo pasar de la fase de grupos. No tuvo más remedio que buscar un puesto en los octavos de la segunda competición europea, pero le tocó uno de los perores rivales posibles, el Manchester United, y los de Ten Hag apearon al once catalán sin más opciones. Era suficiente para que la directiva finiquitara el contrato del entrenador, pero hubo otras cosas que lo impidieron.
El Barcelona del buen juego no apareció nunca durante la temporada. El tiqui-taca al que se aferró el entrenador no se vio por ninguna parte, pero Lewandowski y Pedri resolvieron varios partidos, con marcadores de un gol, y el Barcelona ganó La Liga y regresó de Arabia Saudita con un título de Supercopa de España que le ganó al Real Madrid. Aunque los blancos lo eliminaron en la Copa del Rey.
VUELVEN LOS PROBLEMAS
En la presente temporada, por momentos, la prensa elogió algún partido, los aficionado estaban felices porque cada cierto tiempo aparecía el posible nuevo Messi, porque cada vez que Xavi llamaba a un canterano, el recién ascendido lo hacía bien. Todos pensaron que era el momento del salto definitivo, pero a Lewandowski se le perdieron los goles, Raphinha desapareció, Ferrán Torres seguía con sus altibajos y llegó el clásico ante el real Madrid.
Se adelantó el Barcelona en los primeros minutos, pero el Madrid comenzó a ganar terreno, a apretar, y dos goles de Jude Bellingham sentenciaron el partido y dejaron muy tocado al entrenador. Era el principio de otra crisis en el seno del club y si no fue a peor se debe a la gran actuación del arquero Marc-Andre ter Stegen ante la Real Sociedad, en la duodécima fecha, cuando evitó que los balones llegaran a su red, para ganar por 0-1 sobre la bocina.
Entonces llegó la Champions, y tocó ir a Hamburgo a enfrentar a un Shakhtar Donets venido a menos, que logró, sin embargo, llevarse el triunfo. Los fantasmas volvieron a aparecer en escena, y Xavi a buscar justificaciones cada vez más ridículas para intentar tapar el problema. Ahora no era el césped seco, alto, el campo en mal estado, la falta concentración de algunos jugadores, o que no supieran llevar al campo lo que él les pedía.
Antes del partido ante el Alavés dijo que había que aislarse del entorno, que podía ser tóxico, que él, incluso, fue considerado en su momento como uno de los responsables de las derrotas del Barcelona, y considerado como un cáncer en el vestuario. Y cuando el Alavés se adelantó en el primer minuto, la afición estalló. Ya no podía más. El equipo le dio vuelta con dos goles de Lewandowski, pero el amor entre el técnico y la afición había muerto.
Al terminar el partido, los medios que encuestaron a los aficionados fuera del campo, se encontraron con una masa social que culpa al entrenador del mal juego, de la zozobra y los malos resultados, porque hasta ahora ha tenido todo lo que ha querido y no ha cumplido con la obligación de hacer que jueguen bien, que enamoren, que ganen con tranquilidad y que impongan la ley Barca en España y Europa.