El vínculo del Real Madrid y sus capitanes ha sido tormentoso en los últimos 10 años. No quiero decir que todos se hayan ido de mala manera, pero ese momento, el de romper la relación. No ha sido siempre el más amoroso, ni el ideal entre la institución y su jugador líder, que no siempre es el más importante en el campo, porque el brazalete en el equipo blanco lo lleva el que tiene más antigüedad.
Nacho Fernández se marcha a la Liga de Arabia Saudita. Se va el último duelo del brazalete y el último en ir a la Plaza de la Cibeles, ponerle la bufanda a la diosa homónima y ofrecerle los trofeos conseguidos en la Liga Española y en la UEFA Champions League. Por entonces había rumores sobre una posible salida, pero nadie podía asegurar que el capitán fuera a irse.
Dejemos lo de Nacho por un momento y hagamos un bojeo por la capitanía desde los tiempos en que Iker Casillas se vio precisado a salir, justo después de unas temporadas tormentosas, en las cuales perdió la titularidad a favor de Diego López y de una relación muy tensa con José Mourinho, tanto que cuando llegó Carlo Ancelotti, en su primera ocasión en el Real Madrid, lo dejó solo para jugar copas.
LA SALIDA DE CASILLAS Y EL ADIÓS DE SERGIO RAMOS
Casillas la pasó mal con Mourinho. A estas alturas, la mayor parte de la afición cree que el otrora entrenador tenía razón, sobre todo porque el arquero nunca se defendió, jamás dijo nada y pagó sus culpas, además de cargar con aquello de que había un topo en el vestuario y todos lo apuntaban. Al final se fue Mou antes, pero Ancelotti no le devolvió nunca los poderes a Iker.
La situación de Casillas era desesperada. El mejor portero de la historia del club hasta entonces, el chico que, siendo casi un niño, se erigió como un bastión bajo palos y le dio un título tras otro al club, tenía que salir. Y así fue. Una ceremonia mustia y triste, unas palabras más protocolarias que otra cosa, marcaron su despedida. La afición estuvo al margen y el dio la espalda de la peor manera. Fue como un divorcio en malos términos, como si los hijos no importaran.
Lo de Sergio Ramos fue diferente, pero también en malos términos. El de Camas era ídolo en el Madrid, pero quiso condicionar a Florentino Pérez y el presidente blanco no es de esos que se deja marcar por un jugador. Por eso, cuando el capitán quiso más años que los establecidos para jugadores mayores de 30 años y amenazó con irse al PSG, el Madrid mantuvo su oferta de un año y otro opcional, y de lo contrario que se fuera.
Cuando Ramos se dio cuenta que el PSG no era el lugar y que dejar el Madrid podría ser duro, llamó a la directiva blanca, pero se llevó una respuesta que lo dejó helado: la propuesta que le habían hecho caducó. Por orgullo, el gran capitán, tal vez el mejor en este siglo en el Real Madrid, levantó la cabeza y se fue. Se marchó triste al club rival, al más odiado. Al jugador le dolió, pero terco como es, no lo admitió jamás. Y al madridismo le dejó una herida imborrable.
Sergio Ramos es parte importante de la historia del Real Madrid. Fue el héroe de la décima en Lisboa, y su carácter y liderazgo lo convirtieron en imprescindible en el campo, pero hay límites que no se pueden superar, y él lo hizo y lo pagó. Al final, puede pasarle como a Casillas, a quien las puertas del club blanco tal vez no se le abran más. Aunque en el fútbol todo es posible y nunca uno sabe lo que pueda ocurrir.
MARCELO, BENZEMA Y NACHO
Marcelo también fue un ídolo. Cuando llevó el brazalete ya formaba parte del banquillo y apenas jugaba. Pero no se quería ir. No quería dejar la ciudad ni el club, en cuyas categorías inferiores ya jugaba su hijo Enzo. Al final admitió que era la hora de irse y el club le rindió honores, pero el hubiera querido quedarse, estar al menos una temporada más. Se le notó que dejó cosas pendientes, que quería seguir, que le dolía dar la espalda.
Karim Benzema también se marchó casi en silencio. Tenía contrato con el Real Madrid, y se fue de vacaciones con el compromiso de volver para la pretemporada de la campaña 2023-2024, pero en ese intermedio le llegó una oferta suculenta del Al Ittihad, donde iba a ganar como cuatro veces lo que le pagaba el real Madrid. Lo resolvió fácil: llamó a Florentino y le dijo que merecía irse en su mejor momento y el presidente se lo concedió. Aun no se sabe si el equipo saudí pagó por él, pero eso es lo de menos. Está lejos.
Nacho es otra cosa. Nacho se crió en Valdebebas. Allí se hizo un adolescente, un joven, fue jugador del Castilla y de ahí dio el salto al equipo grande. Lo hizo poco a poco, siempre con problemas para mantener la continuidad cuando se la ganaba. Ningún jugador en la historia reciente del Real Madrid, necesitó más tiempo para disputar una final como titular, porque tuvieron que pasar muchas cosas para que fuera de la partida inicial en Wembley ante el Borussia Dortmund.
El club le dejó la puerta abierta. Si quería quedarse, podía hacerlo, seguiría siendo el capitán. Si decidía marcharse, el club lo vería con buenos ojos. Había rumores sobre Estados Unidos, pero los festejos por los títulos conseguidos por el club pasaron y él no dijo nada. Tuvo la posibilidad de despedirse como Toni Kroos y no lo hizo, y ahora, mientras juega para la selección, los medios se hacen eco de su ida a Al Qadsiah, el equipo que entran Míchel.
El Madrid lo despedirá. Habrá una ceremonia en el Bernabeu, el Valdebebas yel presidente y un grupo de personas acudirán a decirle adiós, pero Nacho, como Ramos, Casillas, Marcelo o Benzema, merecían un adiós a lo grande, como Kroos, que no era capitán, pero estuvo mejor. El Madrid y los que llevan el brazalete deberían pensarlo y hacerlo mejor en el futuro… por el bien de las partes.
