Si has seguido el béisbol de las Grandes Ligas durante los últimos 30 años, seguro recordarás a muchos jugadores que se movieron de posición en el campo. Hubo receptores convertidos en inicialistas, jardineros que pasaron a la primera base, o que llegaron a esta última posición desde la tercera almohadilla. Los clubes fueron buscando acomodo a sus piezas, con la máxima de que quien más batea, juega siempre.
Esa es una máxima del béisbol: el que batea juega. Y si David Ortiz no era un defensor promedio de la inicial o los jardines, en Minnesota o Boston decidieron que sería designado. Lo mismo pasó con Edgar Martínez, aquel designado boricua de los Marineros de Seattle, que hizo la totalidad de su carrera saliendo del banco solo a empuñar un bate y producir. Para lo demás que no lo buscaran.
Cuando Alex Rodríguez estaba con los Marineros de Seattle o los Rangers de Texas jugaba el campo corto. Había ganado incluso guantes de oro. Parecía que el chico de padres dominicanos y criado en Nueva York iba a jugar toda la vida en esa posición. Pero cuando los Yankees de Nueva York abrieron la billetera y lo llevaron al Bronx le dijeron que tenía que jugar en la antesala. Y así se hizo.
UNOS SE VAN DEL CAMPO CORTO, OTROS LLEGAN
A-Rod dejó el campo corto y se mudó a la tercera base. No le interesaba una disputa con el equipo, o con la dirección por jugar en el short stop, donde los Yankees tenían a otro superestrella, Derek Jeter. Alex quería jugar con el equipo neoyorquino y no había más que decir. La antesala era una buena posición para demostrar que era diferente y que su aporte principal sería con el bate en la mano. Ahí marcaría las diferencias.
Alguna vez, incluso, lo que seguíamos a los Yankees llegamos a pensar que Joe Girardi, entonces manager, lo iba a poner en la inicial. Alex hubiera sido un primera base por sobre la media del torneo, aunque igual hubiera sido un gran jardinero derecho, o un mejor patrullero izquierdo, porque parecía nacido para jugar al béisbol, con un talento de esos que no suelen verse asiduamente en los campos.
Otro que hizo un recorrido de los jardiners al cuadro interior, a la tercera base, y terminó como inicialista, incluso como bateador designado, fue Miguel Cabrera. Cuando era un bisoño jugador, que tenía que ganarse un puesto en las Grandes Ligas, jugaba el jardín izquierdo y de ahí a la tercera base. Pero el que más batea tiene que estar cómodo, para dedicarle tiempo a lo que sabe hacer de verdad. Y se fue a la inicial.
Vladimir Guerrero Junior también era jardinero, pero los Azulejos de Toronto prefirieron que su mejor hombre al ataque pasara a la inicial. Ese es el movimiento más habitual para un jugador del outfield a la inicial, y sucede, generalmente, con los sluggers, peloteros que van adquiriendo libras a medida que avanza su carrera y terminan por jugar en un sitio con menos exigencias defensivas.
Hasta Bryce Haper ya anda por el cuadro. Y no dudo que en algún momento lo haga Ronald Acuña Junior. A fin de cuentas, el que más batea tiene la opción de elegir. Eso sí, a la posición a la que nadie va desde otras es al campo corto. Los que defienden ese espacio entre la segunda y l tercera base deben tener características especiales, y hasta pueden darse el lujo de rendir menos con el bate y jugar cada día.
TATIS SE VA, MOOKIE BETTS ENTRA
Hace un par de años, o tres, Fernando Tatis Junior parecía ser el campo corto del futuro en las Grandes Ligas, pero al chico dominicano le aconsejaron que con su bateo estaría mejor en los jardines. Al principio lo dudó, pero no mucho, porque enseguida se convenció de que era cierto. Para que atropellarse tanto en las paradas cortas, si en los jardines iba a estar más tranquilo y conservaría su turno de importancia en la alineación. Y se convirtió en patrullero.
Al revés hizo Mookie Bets. Los que seguimos de siempre su carrera, sabíamos que tenía habilidades para cualquier posición, incluso para cualquier deporte. De no haber sido beisbolista, el ahora jugador de Los Dodgers hubiera destacado en otra disciplina. Tal vez en el baloncesto, en el voleibol, o en el fútbol americano. Es de esos a los que solo tienes que verlos para saber que nacieron para la actividad física.
En los últimos años, Betts se adueño del jardín derecho del equipo angelino. Un turno al bate importante, dueño del jardín derecho, la posición que, según Roberto Clemente, estaba reservada al mejor jugador de cada equipo, y un collage con sus jugadas al final de cada temporada. Pero el manager Dave Roberts decidió que podía jugar en la segunda base y el jardinero lo hacía. Incluso, el año anterior, estuvo en 14 juegos como torpedero ocasional, algo que ocurría por primera vez en una carrera de 10 años.
Muchas veces iniciaba en la pradera derecha y cuando alguien bateaba de emergente por Miguel Vargas o cualquier otro segunda base, el manager ´le daba esa posición a Betts y mandaba un sustituto a los jardines. Y lo hacía bien, al nivel de cualquiera otro defensor de la posición. Pero de ahí a pasar al campo corto y a hacerlo de manera definitiva, es una actitud casi temeraria, que solo puede hacer un tipo como él.
Betts tiene 31 años, cumplirá 32 en la próxima postemporada, ha ganado seis guantes de oro en su carrera y dos series mundiales, y si ahora se atreve a dar ese cambio es, en primera instancia, porque confía mucho en sí y porque sabe que lo puede hacer bien. Así que desde el arranque de la temporada, Gavin Lux será segunda base y el el torpedero y bateará como primero, por delante de Shohei Ohtani. ¿Para qué pedir más?