La Liga Española se ha convertido en un cementerio de entrenadores. Y dos de sus equipos, a pesar de haberse jugado solo 13 jornadas del campeonato nacional, han cambiado a sus técnicos. El Sevilla, por ejemplo, no creyó en el título europeo que le dio José Luis Mendilibar el año anterior, para salvar una campaña desastrosa, y hace apenas unos días lo despidió y le entregó el puesto de mando al uruguayo Diego Alonso.
Un mes y una semana después de la rescisión del contrato de Mendilibar, Alonso está en la misma situación que su predecesor: luego de empatar milagrosamente con el Real Betis en el Ramón Sánchez Pizjuán, y de caer ante el Arsenal inglés en la cuarta ronda de la UEFA Champions League, en un partido que dejó al equipo de Nervión al borde de quedar fuera de la competición y también de perderse la posibilidad de jugar la UEFA Europa League.
Sin embargo, no es el del Sevilla el caso más preocupante. Ese honor corresponde al Villarreal, que ya ha tenido a tres entrenadores en el banquillo. Quique Setién, quien venía al frente de la plantilla desde la campaña anterior, apenas aguantó hasta principios de septiembre, cuando la directiva decidió contratar a José Rojo Martín (Pacheta), como sustituto, entre un grupo de técnicos entre los que estaba Raúl González y Marcelino García Toral.
MARCELINO 2.0
Pacheta apenas estuvo un mes al frente del Submarino Amarillo. Los resultados no salieron ni atrás ni alante, y la directiva, impaciente, optó por un hombre que ya trabajo en el club, Marcelino García Toral, a quien le ofreció un contrato de larga duración, con una serie de condicionantes por parte del nuevo técnico, con la intención de trabajar en un proyecto a futuro, al menos para los próximos dos años y medio.
Marcelino quiere poder y jugadores, porque sabe que necesita de ambos para afincarse al frente de la plantilla y devolverle los éxitos que ha tenido en España y en Europa. Y la directiva aceptó sus condiciones. Sin embargo, no es el tercer entrenador al frente de la plantilla en el presente curso, porque entre la salida de Pacheta y su llegada, hubo un partido ante el Atlético de Madrid, en el cual dirigió Miguel Ángel Tena.
El nuevo entrenador tampoco viene de una temporada de descanso, o de asueto, como suelen hacer algunos de los mejores técnicos del mundo antes de arrancar con un nuevo proyecto, aunque García Toral no es de esa rancia nobleza absoluta en la que pudiera mencionarse a Carlo Ancelotti, Pep Guardiola, Jurgen Klopp o Tomas Tuchel, por mencionar solo a los últimos cuatro que ganaron la UEFA Champions League.
García Toral trabajo hasta septiembre con el Olympique de Marsella, el histórico club francés, pero tras la quinta jornada empaquetó sus maletas y dejó el equipo, luego de una enorme crisis entre la institución y los aficionados, sobre todo el sector de los ultras, empeñados en condicionar la situación del primer equipo, con presiones sobre la directiva, los jugadores, incluso el cuerpo técnico.
Una vez libre, comenzó a manejarse su nombre para trabajar en La Liga, pero el técnico advirtió que no aceptaría ningún proyecto a corto plazo, y mucho menos alguno que le ofreciera trabajo solo hasta el final de la presente temporada. Siempre manejó la posibilidad de trabajar con un grupo y esperar los resultados el mismo más allá de junio próximo, y la espera fue efectiva porque regresó a un club por el cual siente una debilidad especial.
SEGUNDAS PARTES
La primera etapa de Marcelino al frente del Villarreal comenzó en 2013, y hay que reconocer que fue exitosa, porque cuando se hizo de las riendas, el Submarino Amarillo marchaba séptimo en segunda división y el técnico lo catapultó a primera, luego de convertirlo en subcampeón de la categoría, una condición necesaria para ascender de manera directa, sin necesidad de jugar los play off de ascenso.
Ya en primera, lo importante fue trabajar sin presiones, sin esas necesidades urgentes de alejar las zonas de descenso, y centrarse más por pelear en busca de puestos europeos, algo que también consiguió, al jugar durante dos campañas seguidas la UEFA Europa League, después de terminar como sextos en la lid doméstica, donde cada vez se hacía más difícil rascarle puntos a los grandes, léase Barcelona, Real Madrid y Atlético de Madrid.
Esa era la élite de España y, de pronto, Marcelino colocó al Villarreal justo por detrás, con el Athletic de Bibao, la Real Sociedad y el Sevilla, incluso por delante de estos, porque en su cuarto y último año fue cuarto en España y jugó Champions. Cierto que no pasó de la fase de Grupos, pero entró en la UEFA Europa League y solo un grande como el Liverpool pudo bajarlo de sus aspiraciones de ganarla, aunque eso corrió en la previa de la final.
Cuatro años es demasiado tiempo para un técnico, por más que hubiera tenido buenas campañas, que hubiera jugado siempre en Europa, y la directiva del Villarreal no se lo pensó y justo en agosto de 2016, con media pretemporada hecha, le finiquitó el contrato, aunque siempre hay quien dice que todo se debió a encontronazos con el presidente Fernando Roig por el control absoluto de la institución.
Eso, sin embargo, es agua pasada. Ahora comienza una nueva etapa en el equipo donde tuvo sus mejores resultados, algo que ambas partes necesitaban. Su llegada ilusiona a la afición, que sabe que con Marcelino en el puesto de mando se puede soñar de nuevo, y no andar dando cabezazos a mitad de tabla, con el riesgo perenne de caer a las zonas de descenso, algo que directiva, jugadores y afición no quieren ni imaginar.