Pep Guardiola es un gran entrenador. No serĂ© yo quien intente negarlo, porque soy admirador del tĂ©cnico catalĂĄn, de su fĂștbol, de la manera en que se paran sus equipos sobre la cancha y de lo vistosos que pueden ser esos partidos en los que tener la pelota y atacar se convierte en una obseciĂłn para sus jugadores, sin importar mucho si gana o pierde, sobre todo si no eres seguidor y solo lo ves por pura diversiĂłn.

Pep explotĂł como tĂ©cnico con el Barcelona. Tuvo allĂ una constelaciĂłn de jugadores habilidosos, diestros en eso de tener la pelota y no perderla, de tocar infinitamente en todas las direcciones, hasta agobiar al contrario, y luego golpearlo. Y aĂșn asĂ, impedirle que se recuperara. Lo hizo con Xavi HernĂĄndez, AndrĂ©s Iniesta, algĂșn otro, y Lionel Messi. Sobre todo con Messi.
Un dĂa Guardiola se fue del Barcelona. SabĂa que los buenos tiempos estaban a punto de terminar, y el agobio y la presiĂłn por tener que ganar siempre terminaron por obligarlo a un año sabĂĄtico, que pasĂł en Nueva York, y luego se fue al Bayer MĂșnich, tal vez en mal momento, y de ahĂ al Manchester City, donde le han dado todo lo que ha pedido con la intenciĂłn de que vuelva a ganar en Europa.
NUNCA NECESITĂ UN NUEVE PURO
Los equipos de Guardiola siempre jugaron de memoria. Cada jugada en el campo habĂa sido estudiada antes con minuciosidad, como salidas de sofisticados laboratorios, por eso sus exabruptos constantes en la banda, cada vez que algĂșn jugador suyo hacĂa algo que no se habĂa trabajado anteriormente. Con Ă©l, la libertad absoluta siempre fue un privilegio de Messi. Y nadie mĂĄs.
Cuando el Barcelona decidiĂł comprar a Zlatan Ibrahimovic, para que el equipo tuviera un nueve de referencia, Pep no le dio protagonismo, lo obligaba a tareas para las cuales el sueco no estaba preparado ni diseñado, y todo terminĂł con la salida del nueve echando pestes del tĂ©cnico, y con frustraciĂłn total por no haber podido triunfar, o, al menos, hacer lo que sabĂa.
Porque aquel Barcelona no necesitaba de Ibra. Le iba bien con Pedro RodrĂguez, para formar una lĂnea de ataque compacta, que avanzara hasta la porterĂa contraria sin una referencia ofensiva definida, tal vez para acogotar al contrario, y obligarlo a pensar que el gol podrĂa llegar de cualquier parte, lo mismo de Messi, que de Pedro o Thierry Henry, en lugar del gigantĂłn sueco, siempre amenazante desde las cercanĂas al arquero.
AsĂ fue hasta que se marchĂł de Barcelona. Y asĂ intentĂł que fuera en el Bayern de MĂșnich, a donde arribĂł como sustituto de Jupp Heynckes, solo que el entrenador germano le dejĂł el piso caliente y el listĂłn alto, porque ganĂł, el año anterior a la contrataciĂłn del español, la Copa de Alemania, la Bundesliga y la UEFA Champions League. Hacerlo mejor era imposible, pero ni igualarlo pudo.
En el Allianz Arena ganĂł siempre la Bundesliga, pero eso allĂ no era nada del otro mundo, porque el Bayern tiene una tiranĂa en el campeonato, y es lo menos que se le pide al entrenador. Eso sĂ, año tras año cayĂł en Champions, hasta que no tuvo otra opciĂłn que marcharse. Su fĂștbol coral, de cientos de toques, de asociaciones y transiciones lentas no funcionĂł en tierras bĂĄvaras. Y aĂșn asĂ se lo llevĂł al City.
UN CAMBIO EN EL CITY
Pep siguiĂł con su filosofĂa en el Manchester City. El fĂștbol se juega asĂ, decĂa. Y explicaba a sus jugadores una y otra vez la necesidad de asociarse, de tener la pelota, de acosar al rival. Mientras, en el mundo, sus abanderados elogiaban -a veces de manera desmedida- aquellos postulados. Sobre todo desde el complicado mundo culĂ©, donde decĂan que "solo vale ganar con la pelota, porque eso es jugar bien".
Pues Guardiola ganĂł varias veces la Liga Premier, las copas, pero no ganĂł jamĂĄs la Champions. Tuvo a los atacantes que quiso desde el Kun Aguero hasta Raheem Sterling, pasando por el brasileño Gabriel JesĂșs, pero no le sirviĂł para imponerse en Champions. Y, de pronto, el tĂ©cnico se dio cuenta que el otro fĂștbol, el de transiciones rĂĄpidas, largas, el de defender y salir al contragolpe, el de un nueve de referencia, tambiĂ©n vale.
DejĂł ir a Aguero y un año despuĂ©s despachĂł a Sterling y a Gabriel JesĂșs y trajo a Erling Haaland. El City pagĂł lo que pidiĂł el Dortmund, porque Pep Guardiola estaba convencido de que serĂa importante, tal vez la pieza que le faltaba a su equipo para poder competir por el tĂtulo con todas las opciones. Y el noruego le dio los goles que le hacĂan falta, pero lo obligĂł a jugar de otra forma.

Ya su equipo no marea al rival tocando de un lado a otro, ni ejerce una presiĂłn asfixiante con la pelota, con posesiones larguĂsimas. Ahora, el entrenador ha mudado la piel, ha metido hasta cuatro centrales al campo, tres en lĂnea atrĂĄs, sin laterales, y otro por detrĂĄs de Rodri, para controlar al rival, y luego a robar y a correr hacia el arco rival, por donde casi seguro estarĂĄ un Haaland determinante.
AĂșn le quedan algunos resabios del pasado, pero estĂĄ claro que ya Guardiola no juega como antes. Porque no hay una sola fĂłrmula para ganar, y Ă©l lo terminĂł por entender. Ahora sus defensores a ultranza dicen que es mĂĄs genio aĂșn, porque mutĂł, pero desde la otra orilla advierten que solo hace lo que vio hacer a otros equipos con mĂĄs Ă©xito en Europa, a los mismos que antes criticaban porque no iban tras la estela del entrenador catalĂĄn.