Antoine Griezmann está a punto de cumplir 33 años. Para muchos, esa edad marca el inicio del declive o el declive en sí, pero este no es el caso del internacional francés, que disfruta de su mejor momento como jugador, justo cuando otros piensan más en colgar los botines que en mantener viva la ambición por ser el mejor. Haber vuelto al Atlético de Madrid ha sido un paso trascendental para el galo en su proyección, con renovación incluida.
La vida de Griezmann ha sido así. De pasos agigantados, luego sufre algún retroceso, consigue triunfos sonados, y gana liderazgo en su equipo y en la selección, todo eso conseguido con mucho trabajo y no poco sacrificio. Por suerte, su regreso al Atlético de Madrid, a las órdenes de Diego Simeone, han vuelto a relanzar a un jugador que pudo haberse perdido en el Fútbol Club Barcelona, pero, por suerte, se dio cuenta a tiempo de su error y volvió.
El año pasado estuvo a punto de tocar la gloria con Francia en la Copa Mundial de Qatar, pero la Argentina de Lionel Messi le estropeó la posibilidad de convertirse en doble campeón. Sin embargo, la vuelta a la competición le hizo bien, porque ha vuelto a jugar a un altísimo nivel y no ser por la presencia en La Liga de Jude Bellingham, ahora mismo estaríamos hablando del mejor jugador del torneo español, con marcada diferencia.
SEGUNDAS PARTES FUERON BUENAS
Griezmann quiso un día irse al Barcelona y el Atlético de Madrid le abrió la puerta, previo pago de 120 millones de euros. Era el crack del equipo colchonero y quien lo quisiera debería pagar bien por él. En la Ciudad Condal no tuvieron reparos en abrir la billetera y pagar la suma requerida, porque creyeron que el francés era la pieza que le faltaba al equipo para destronar al Real Madrid en España y volver a reinar en Europa.
Griezmann se fue, pero no encontró acomodo en la plantilla culé. Unas veces, creo, porque su demarcación era la misma que la de Lionel Messi y otra porque el entrenador le pedía cosas que él no podía hacer. En esa situación, comenzó a extrañar su vida en Madrid, lo cómodo que se sentía con el ropaje que le ponía Simeone en el campo, a pesar de algunas exigencias defensivas que nunca terminó por entender muy bien.
Pronto se cansó de pelear, de intentar convencer con su juego y pensó que lo mejor sería regresar al Atlético de Madrid. La afición no quería saber de él, pero Simeone estaba por traerlo de vuelta. Esa misma situación la había vivido antes con otros jugadores, entre ellos el brasileño Filipe Luis, quien se marchó y no duró mucho en reconocer que había sido el peor paso de su carrera y no paró hasta que volvió al entonces Wanda Metropolitano para de ahí irse a Brasil a agotar su vida como jugador.
En Barcelona no podían tener a Griezmann sin jugar. Intentaron colocarlo en otro equipo para sacarle algún dinero, pero el jugador dijo que si se iba solo sería al Atlético, y no hubo más remedio que cederlo. Al principio, la afición no lo quería ver, lo pitaban, lo abucheaban, pero él paso de todo eso, como paso de las veces que ultrajaron su placa, colocada en el paseo de las estrellas en los alrededores del estadio.
La cesión tenía condiciones y el Atlético las manejó mejor. Griezmann era importante, pero Simeone lo aguantaba, a veces, porque no quería que el club desembolsara lo establecido en el pacto. Al final, el Atlético lo recuperó por un quinto, o menos, de lo que lo había vendido, en una de las mejores operaciones realizadas por equipo alguno en los últimos años. Tal vez solo inferior a las ventas del Real Madrid con Casemir, Rapahael Varanne y Alvaro Morata.
UNA DUPLA TREMENDA CON MORATA
Con sus cuentas saldadas con la afición rojiblanca, y convencido de que no podía jugar para mejor entrenador que Diego Simeone, Griezmann inició su asalto a la gloria en la presente temporada, y ha formado una dupla de ataque letal con Morata, la cual le ha dado varios triunfos a su equipo, entre ellos aquel por 3-0 ante el archirrival Real Madrid, en el primer enfrentamiento del año entre ellos, y que constituye la única derrota de los actuales líderes de Liga.
Morata y Griezmann han sido un azote para las defensas rivales en el torneo doméstico, y también en la competición continental, la UEFA Champions League, en la cual el Atlético finalizó como líder de grupo y aseguró su inclusión en el Bombo uno del sorteo para octavos, mucho mejor que en el dos, porque eso le evita chocar con los grandes cocos. El peso de Griezmann en esa determinación fue trascendental.
Sin embargo, al francés le quedan muchas cosas por delante por conseguir, porque hasta ahora no ha logrado nada, y la afición del Atlético y la de Francia, tienen muchas esperanzas puestas en él. El Atlético se jugará su primer título de la temporada en una semana, con la Supercopa de España en Arabia Saudita, un torneo donde se encontrará de nuevo al Real Madrid en busca de un pase al partido por el título, que el año pasado se quedó en manos del FC Barcelona.
Simeone necesitará del mejor Griezmann para llegar a la final y ganarla. Y también quiere que el francés sea el mismo que hasta ahora en La Liga, porque, aunque se mantiene en puestos de Champions, a siete puntos de los líderes, el sueño es ganar la competición, y para eso el equipo no puede perder más puntos. Remontar siete puntos en una vuelta es una tarea bastante difícil, porque exige no regalar nada.
También tendrá por delante el Atlético de Madrid, la Copa del Rey y la Champions. Una derrota en Arabia, otra en Copa del Rey y alguna en Champions lo podrían dejar fuera de la pelea pro tres títulos en un abrir y cerrar de ojos. Lo mismo podría ocurrir en La Liga. Es decir: hay cuatro trofeos en el camino y Simeone saber que necesita al mejor Griezmann para aspirar a ganarlos todos, o algunos. Pero también pudiera irse sin ninguno.