Federer se aleja en la ATP y se acerca el fin de su carrera

En 1999 un chico llamado Roger Federer irrumpía como una tromba en el top 100 del tenis mundial. Con una clase y una elegancia sin iguales comenzaba a labrarse el camino del que un día fue considerado el mejor tenista de la historia. Eran los pininos en la carrera fabulosa del jugador más dominador de la historia en Wimbledon y el primero en llegar a 20 títulos de Grand Slam.

De entrar al top 100 de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) a adueñarse del primer puesto no pasó mucho tiempo, apenas unos cuatro años. Roger se sabía diferente. Su juego no era el golpeo típico de aquellos que le antecedieron, incluso de los que comenzaron a compartir cancha con el. Sus movimientos eran más bellos, más sincronizados, se movía por la cancha como una estrella de ballet en un teatro.

Pero todo lo que comienza, en algún momento tiene que acabar. Y ahora, 23 años después, tras casi 12 meses de inactividad, el ídolo de la ciudad suiza de Basilea, está a punto de caerse del top 100. El círculo se cierra, sin saber aún lo que pueda hacer en la próxima edición de Wimbledon, a la cual no ha confirmado asistir, va a seguir fuera porque el torneo de All England Club no ofrecerá puntos para el escalafón de la ATP.

Federer no juega desde Wimbledon 2021, donde alcanzó los cuartos de final y cayó ante el gigantón polaco Hubert Hurkacz, ahora mismo décimo del mundo con 3,738 puntos, en un listado que vuelve a encabezar el ruso Daniil Medvedev y en el cual el serbio Novak Djokovic cayó al tercer lugar.

Roger está a punto de cumplir 41 años y el implacable paso del tiempo han dañado su físico envidiable, se ha resentido de lesiones, de dolencias y desde hace muchos meses solo piensa en jugar sobre hierba, la superficie que mejor se le da, pero la que menos torneo tiene en el circuito masculino.

En 2020, por la pandemia, no se jugó en Wimbledon, donde un año antes Federer y Djokovic terminaron protagonizando una final de leyenda, que se extendió a cinco sets, tres de ellos definidos en Tie Break, sobre todo el último.

No ganaba en All England Club desde 2017, cuando se impuso en la final al croata Marin Cilić, para sumar su octavo título y convertirse en el máximo ganador de la lid, por delante del estadounidense Pete Sampras y del británico William Renshaw, quienes dominaron en siete ocasiones, el primero desde finales del siglo pasado y el inglés unos 100 años más atrás.

Con la derrota ante Djokovic en 2017 alcanzó su duodécima final de Wimbledon, pero ya eso es parte del pasado, de la historia gloriosa de un gladiador del tenis, que coincidió en el tiempo con tal vez los otros dos mejores jugadores de la historia: el propio Djokovic y el español Rafael Nadal.

Hace 19 años, allá por 2003, Federer ganó su primer título de Grand Slam, al vencer en la final del Wimbledon al australiano Mark Philippoussis. Al terminar esa temporada era número dos de la ATP y tenía a tiro al estadounidense Andy Roddick, quien cayó en dos ocasiones ante el fenómeno suizo, pero que logró mantener su condición de puntero gracias a los torneos en Estados Unidos, incluido el último Grand Slam.

Para 2004 su nombre ya asustaba. Ganó el Abierto de Australia, Wimbledon y el US Open, y solo pasó de largo en Roland Garros, porque se tropezó en tercera ronda con el fenomenal brasileño Gustavo Kuerten, quien cortó su camino, aunque el multicampeón carioca tampoco pudo coronarse, un honor que correspondió al argentino Gastón Gaudio, en un partido antológico frente a su compatriota Guillermo Coria.

No fue la primera vez que el suizo salió mal parado de la tierra de Roland Garros, donde solo ganó en 2009, al imponerse en el partido por el título al sueco Robin Soderling. Sin embargo, disputó otras cuatro finales, tres de ellas seguidas, desde 2006 a 2008, pero todas ante su bestia negra, el español Nadal, que ha ganado 14 veces la Copa de los Mosqueteros.

Por problemas físicos, incluso, Federer puede que no se aventurara a participar en Wimbledon y solo garantiza que estará en la Laver Cup, que se disputará en septiembre en Londres, junto con los españoles Nadal y Carlos Alcaraz y el serbio Djokovic. Y luego lidiará, en octubre, en el Open de Basilea.

El tiempo de Federer ya pasó y si aún sigue en el circuito es por su talento fenomenal y por su condición de macho alfa, esos que se niegan a dejar de pelear mientras tengan una pizca de fuerza, aunque eso pueda pesar más en su contra que a favor.

Para muchos, incluido este redactor, es muy poco probable -o casi imposible- que vuelva a ganar en un Grand Slam, ni que vaya a regresar al top 50 del mundo, por no decir más arriba, y aunque sigue siendo Federer los años no pasan por gusto.

Los otros dos miembros del Big Three -Nadal con 22 títulos de Grand Slam y Djokovic con 20- lo dejarán detrás en cuanto a torneos grandes, pero una parte considerable de los analistas del mundo del tenis y también muchos aficionados, considerarán que el jugador de Basilea ha sido el mejor de todos los tiempos.

Los que así creen no podrán ir a los números, a la cantidad de semanas frente al ranking de la ATP, a las finales disputadas, incluso ni a los partidos entre ellos, porque estos no lo acompañarán. Tendrán que pensar en el tenista elegante, vistoso, y tremendamente efectivo que cautivo a medio mundo por 20 años.

Que aún sea tenido en cuenta, que medios y jugadores le rindan pleitesía, dice mucho de alguien que siempre se comportó como un caballero tanto dentro como fuera del circuito y que es venerado hasta por los grandes, entre ellos Nadal, que lo considera su gran amigo.