Federer, ¿la hora del adiós?

El suizo Roger Federer, tal vez el más elegante de los tenistas que alguna vez pisaron cancha alguna, llega al final de su carrera, pero se resiste a darla por terminado, así sin ir otra vez al podio, sin levantar un nuevo trofeo, sin sumar otro título de Grand Slam. Y para eso tiene la mirada fija en Wimbledon, sobre la hierba que lo hizo grande ante los ojos del mundo.

Ganador de 20 títulos de Grand Slam y considerado por muchos el mejor tenista de todos los tiempos, el jugador de Basilea ve como el inexorable paso del tiempo y las molestias físicas complican cada vez más su reaparición, y hasta su posible despedida dentro de una cancha.

Al hombre del revés más elegante que han visto los fanáticos en las últimas décadas le queda solo la temporada sobre la hierba y un intento de lograr algo grandioso en Wimbledon, donde jugo por última vez hace 11 meses, sin conseguir sus objetivos.

Federer llegó lastrado al All England Club, luego de muchos meses de altibajos, pero el césped londinense le permitió avanzar una ronda tras otra hasta los cuartos de final, donde cayó en tres sets ante el polaco Hubert Hurkacz, décimocuarto cabeza de serie, por 6-3, 7-6 y 6-0.

Antes de su derrota se había impuesto, en su condición de sexto preclasificado, a jugadores no incluidos en la preclasificación, salvo Hubert Hurkacz (14), el británico Cameron Norrie (29) y el italiano Lorenzo Sonego (23). Pero los meses de poca actividad, la falta de rodaje y las molestias físicas influyeron en su derrota y en un nuevo intento fallido.

Roger, como todos los grandes, merece despedirse dentro de la cancha, pero sus 41 años, en un deporte tan exigente como el tenis, constituyen un lastre demasiado pesado para el virtuoso jugador, cuya rodilla lo tiene en jaque desde agosto pasado.

Sin embargo, si al final logra incluirse en el organigrama para el Abierto británico, todo eso de la edad, la falta de competencia y hasta la rodilla pasarán a un segundo plano, porque todos los integrantes del circuito saben que es un gran competidor y un ganador nato, además de que nadie ganó tanto como lo ha hecho él en All England Club.

Federer, que ocupa el puesto 46 del ranking ATP y con opciones de seguir cayendo, ganó su primer Grand Slam precisamente en Wimbledon, en 2003, y desde entonces eslabonó una cadena de cinco victorias consecutivas en la referida competición, hasta que en la final de 2008 cayó en un partido memorable ante el español Rafael Nadal.

El 6 de julio de 2008, ante más de 14 mil espectadores y casi al cerrarse la quinta hora de juego, El suizo abdicó ante el fenómeno español con parciales de 6-4, 6-4 6-7 (7-5), 6-7 (10-8) y 9-7. Un año después recuperaría la corona ante el fogoso estadounidense Andy Roddick, pero la volvería a perder en 2010.

En los años siguientes solo ganó dos veces más, en 2012 frente al ídolo local Andy Murray, y en 2017 ante el croata Marin Cilic, mientras Nadal se imponía en 2010, y Novak Djokovic en 2011.

Además de sus ocho títulos en Wimbledon, el suizo dominó seis veces el Abierto de Australia, cinco el US Open, y una vez Roland Garros, allá por 2009, como para demostrar que un grande tiene que ganar en todas las superficies por más que la tierra batida nunca fue su preferida.

Luego de caer ante Nadal en las tres finales anteriores, Roger se plantó en la corte central del torneo parisino ante el sueco Robin Söderling a quien dominó por 6-1, 7-6 y 6-4. Todo eso después de una semifinal de infarto ante el argentino Juan Martín del Potro, que lo tuvo contra las cuerdas hasta el cuarto parcial.

Algunos pueden pensar que todo eso es historia, pero no es tal. O sí, es parte de la historia hermosa del llamado deporte blanco, en el que el suizo grabó su nombre, tanto como Michael Jordan en el baloncesto, Babe Ruth en el béisbol, Usain Bolt en el atletismo, o Mohamed Alí en el boxeo.

Puede que al final no sea el máximo ganador de títulos de Grand Slam -que de hecho no lo será-, ni el que más semanas estuvo al frente de la ATP, incluso ni el más grande triunfador en Master 1000, ni el que más dinero sumó por sus victorias, pero Federer deja un imborrable legado para el deporte mundial, y sobre todo para el tenis.

Pasarán los años y su rivalidad con Nadal será recordada, lo mismo que el dominio que por casi dos décadas mantuvo al frente del tenis con el español y Djokovic.

Por lo tanto, si llega a Wimbledon, si sus años, sus rodillas y sus rivales le permiten avanzar en la competición, toca aplaudirle, aunque tal vez no despedirle, porque según versiones, solo dirá adiós después del torneo de Basilea, su ciudad natal, previsto del 22 al 30 de octubre.