El Real Madrid se impuso por 4-1 al Barcelona en el Al Awwal Park y se proclamó Supercampeón de España, al dominar con puño de hierro una final en la que pudo hacer más daño al rival, porque pareció que los de Carlo Ancelotti jugaron a media máquina. Fue apenas el primer título de la temporada y lo ganó el equipo que mejor lo ha hecho en La Liga y uno de los que aún no perdió puntos en la UEFA Champions League.
La Supercopa llevó a Arabia Saudita a los tres mejores clubes del país en el presente siglo, porque además de los dos finalistas estuvo el Atlético de Madrid, a los cuales se sumó el modesto Osasuna, finalista de la Copa del Rey el año anterior, un partido que perdieron ante el Real Madrid. Los cuatro elencos involucrados salieron a por el título, que ganó el que más hizo por la victoria.
Nueve goles en dos partidos marcó el Real Madrid. Esas nueve dianas son muchas para un equipo sobre el que hubo dudas desde la pretemporada, porque no contaba con un nueve de garantías en la plantilla, como para ofrecer tranquilidad al entrenador. Incluso, ningún jugador lleva ese número, como dejando a entender que la directiva iría a por un atacante en algún momento.
UN GRAN AMBIENTE TRAS LA VICTORIA
La victoria, como suele ocurrir siempre, sacó a la luz infinidad de buenas sensaciones, incluso hasta una predicción que hizo Dani Carvajal, tras aquella derrota en pretemporada, por tres goles en Estados Unidos. Hubo declaraciones de Nacho como capitán; de Vinicius, que fue el héroe del partido, de Jude Bellingham, que estuvo en papel de gran estrella, además de Florentino Pérez, Ancelotti y hasta Antonio Rüdiger.
El zaguero alemán atendió a los medios en idioma español. Y no lo hizo mal, más allá de algún adjetivo mal usado o algún verbo no tan bien conjugado, pero eso no es lo importante, sino el mensaje que dejó el jugador, quien dijo que la clave de las victorias está en la buena sintonía que hay en el vestuario, algo en lo cual Ancelotti tiene toda la responsabilidad, porque ha conseguido que no hayan posiciones extremas.
Rüdiger advirtió que el Real Madrid es más que un equipo, que es una familia. Dicho así puede funcionar trivial, como dicho de dientes para afuera, para salirle el paso a una situación cualquiera, o quedar bien ante un periodista que le hace una pregunta en un momento de felicidad, pero no, el germano soltó lo que piensa, lo que cree y lo que ve. Él, más que ninguno, sabe que el vestuario del Real Madrid es como una familia.
Antonio llegó al Santiago Bernabeu hace año y medio, proveniente del Chelsea, y tuvo que ponerse en la fila y esperar sus oportunidades. La titularidad estaba reservada para Eder Militao y David Alaba, los centrales preferidos por Ancelotti. Pero el alemán sabía que tendría opciones, y sí que las tuvo, porque jugó, lo hizo bien, se llevó aplausos, y nunca su comportamiento desentonó, por más que comió banquillo muchas veces.
Esta temporada todo cambió. Primero se lesionó Militao y luego Alaba, y Rüdiger demostró que es uno de los mejores del mundo en la posición. Y, además, demuestra un buen rollo diario con el resto de los jugadores, algo que se puede ver en las celebraciones de los goles, por ejemplo, aunque a la hora de pedir sacrificio, hace lucir sus galones, los que se ha ganado en el campo, con goles decisivos, incluso.
¿TODO ES PERFECTO EN EL VESTUARIO?
El día que regresó Vinicius de la lesión, apenas jugó una hora. Luego lo sustituyó Brahim, quien al marcar un gol salió disparado hacia el banquillo a abrazar al brasileño. Pocas veces se ven escenas así: son muy pocos los futbolistas que abrazan de esa forma a la competencia, al hombre que lo ha relegado a la suplencia, y eso demuestra que hay sintonía en la plantilla, que los celos, si los hay, al menos está reprimidos.
En el partido ante el Barcelona, Viny Junior demostró que es un crack de este equipo, uno de los dos mejores jugadores, una de las grandes estrellas del mundo y eso lo reconocen sus compañeros, entre ellos Brahim, quien sabe que tendrá opciones de jugar, que las aprovechará y le agradece a Ancelotti por confiar en él. Siempre no ha sido así, porque hay otras vacas sagradas a las que no les va muy bien la suplencia, pero es lógico también.
Quien peor lleva ser suplente es Luka Modric. El croata que, creo, agota sus últimos partidos en la Casa Blanca, quiere jugar siempre, pero Ancelotti entendió que él y Kroos no pueden estar juntos sobre la cancha y prefiere al alemán que al ganador del Balón de Oro 2028. Modric, sobre todo cuando acude con la selección, dice que está para jugar siempre, que está bien, pero el pequeño centrocampista va para 39 años y con esa edad jugar en el Real Madrid ya es algo.
A Kroos tampoco le ha sentado bien alguna sustitución, pero más en otras temporadas que en esta, pero Ancelotti ha sabido sobrellevar todo eso y hacer que los jugadores vayan todos a por el mismo objetivo, dejando a un lado sus egos. Ante el Barcelona se quedaron en el banquillo Modric, Brahim y un de los mejores jugadores del Madrid, Eduardo Camavinga, un todoterreno al que Carletto a veces aparca en espera de que sea decisivo al final.
Lograr esa armonía, incluso en aquellos que juegan menos, como Dani Ceballos y Nacho -que ahora es titular indiscutible, porque no hay más centrales- es sinónimo de un gran trabajo del entrenador, pero de una gran labor de las estrellas del club, quienes han puesto el ego a un lado para que el equipo sea una familia. La muestra la dan Rodrigo, Vinicius, Bellingham, Camavinga, Tchouaméni, R´üdiger o Valverde, quienes , además de compañeros en el campo, alardean de buenos amigos fuera.