El Sevilla FC acaba de proclamarse campeón de unas de las competiciones más importantes del mundo: la UEFA Europa League, al vencer en penales, por 4-1 a la Roma de José Mourinho. Son las cosas del fútbol, un equipo que estuvo en zonas de descenso en España, que cambió hasta dos veces de entrenador, termina por dominar el segundo más grande de los torneos de clubes de la UEFA.
El partido final lo pudo haber perdido, porque el rival salió delante gracias a un golazo del argentino Paulo Dybala, a alguna mano que el árbitro no quiso decretar penal en contra, y hasta a alguna tarjeta que el colegiado se ahorró y que perjudicó a la Roma, pero son cosas del fútbol, de las cuales nadie se acordará en un año, en unos meses, o incluso mañana, cuando terminen los festejos de los seguidores del equipo andaluz.
Sin embargo, el Sevilla ganó, y eso le da la oportunidad de disputar dos títulos más el año próximo, dos competiciones que, de haber perdido, no podría haberlas jugado: la Supercopa de Europa ante el campeón de la UEFA Champions League y la próxima edición de la lid que acaba de ganar, porque en la Liga Santander no hizo méritos suficientes para jugar en la temporada 2023-2024 en Europa.
DESASTROSO ARRANQUE DE TEMPORADA
La afición del Sevilla, la directiva y hasta los jugadores sabían, desde antes de arrancar la campaña, que las sensaciones en el club no eran buenas. Podía palparse cierta tensión entre el técnico y los dirigentes, incluso con los futbolistas, pero ninguna de las partes asumió con naturalidad lo que estaba pasando ni habló claro. Algo había que hacer y no se hizo. Y se pagó en los primeros meses del año.
La salida de Joules Koundé hacia el Barcelona dejó un mal sabor de boca. Ya antes se había ido Diego Carlos y parecía que la defensa sevillista no estaría a la altura de la que se había clasificado para la Champions, ni la que había ganado, bajo las órdenes de Julen Lopetegui, la sexta UEFA Champions League para un equipo con un pamarés envidiable en esta competición.
Antes de todo eso se fue cedido Lucas Ocampo. El argentino vio venir el fracaso y no quiso estar. Al Sevilla le fue mal, tanto que estuvo incluso en zona de descenso, y la directiva, luego de sopesar lo que podía significar para el equipo y para el club caer a segunda división, cesó a Lopetegui y trajo al argentino Jorge Sampaoli, que había dejado una buena imagen en la afición en un paso anterior.
Aquella vez, el suramericano dejó el club andaluz para irse a dirigir la Albiceleste, y pensó que volver al Ramón Sánchez Pizjuán podría ser una buena opción, pero el Sevilla no estaba bien, y si lo cogió cerca de la zona de descenso, allí mismo lo dejó. El equipo no terminaba de levantar cabeza, el juego dejó que desear siempre, y encima de eso los jugadores se quejaban de que se les hacía difícil entender los métodos del argentino.
Y como segundas partes nunca fueron buenas, como dice el refrán, Sampaoli no tuvo más remedio que hacer sus maletas y marcharse, y el club se puso a sondear en el mercado a un entrenador que fuera capaz de sacar al equipo de la peligrosa cercanía con la segunda categoría y se encontró con José Luis Mendilibar, un otrora delantero que estaba en casa, desempleado, y pensando tal vez que su tiempo como técnico había pasado.
EL EFECTO MENDILIBAR
El entrenador había trabajado hasta abril de 2022 en el Alavés, del que fue despedido una vez que su equipo comenzó la caída a la segunda categoría. Ahora llegaba al Sánchez Pizjuán con la intención de sacar al Sevilla del descenso, con solo una docena de fechas para el fin de la temporada. Nadie pensó que podría avanzar en Europa. A la afición y a la directiva les bastaba con evitar el descenso.
Desde el primer día dejó cosas claras, entre esas que su arquero titular iba a ser Marko Dmitrovic, con quien había trabajado en el Eibar, lo mismo que Joan Jordán y Bryan Gil. El técnico también estuvo en el Athletic de Bilbao, Valladolid, Osasuna y Levante, y en su palmarés no aparecía ni un título ni una final. Y esa fue una motivación especial para los tres meses de contrato que le ofrecieron.
Dos semanas después de iniciar su trabajo con el equipo, las sensaciones eran diferentes. Lucas Ocampo había encontrado espacio tras la vuelta a casa, Bono no echaba de menos salir a defender el arco ocasionalmente, y el resto de los jugadores admitía que con Mendilibar todo era fácil, que no entraba en divagaciones y su intención era que las soluciones fueran lo más fáciles posibles. Se había ganado al vestuario.
De pronto, se alejó el peligro de perder la categoría y el Sevilla se centró en Europa. Le tocaron rivales difíciles, como el Manchester United, pero pasó sobre ellos y se plantó en la final. En frente no tenía la más poderoso de los rivales, pero sí a uno de los entrenadores más laureados del siglo XXI, un coloso en eso de motivar a los jugadores para que den el máximo en el terreno de juego, sobre todo si se trata de una final.
Y Mendilibar lo logró. Tuvo que esperar a los finales y a las erráticas ejecuciones de los jugadores de la Roma, pero al fin levantó el primer título de su carrera y le facilitó al equipo volver a Europa por la única vía posible, como ganador de la UEFA Europa League. Con eso hubiera bastado para tener una renovación automática, pero la directiva aún no se ha pronunciado.
