En el deporte suelen ocurrir cosas impredecibles. Y el béisbol es uno de esos en los cuales lo que parece más improbable, sucede. De hecho, las grandes competiciones del llamado deporte de las bolas y los strikes suelen deparar sorpresas, ya sea porque no gana casi nunca el que consideran favorito, el que más dinero invierte, o el que paga los salarios más elevados, incluso el que tiene los mejores jugadores.
El lanzador dominicano Domingo Germán había tenido dos aperturas catastróficas antes de la de este miércoles. El pasado jueves apenas trabajó tres innings y un tercio ante los Marineros de Seattle y permitió ocho hits y 10 carreras, ocho de ellas limpias, además de otorgar dos boletos y ponchar a cuatro rivales para dejar su efectividad en 5.10 carreras limpias por cada nueve entradas.
El viernes anterior, ante los Medias Rojas de Boston, no le había ido mucho mejor. Solo trabajó dos entradas y aceptó siete carreras, con siete hits, entre ellos un cuadrangular, en un partido que terminó por 15-5 a favor de los archirrivales de los Yankees, cuyo manager, Aaron Boone, terminó por utilizar como pitcher a Isiah Kiner-Falefa para sacar los últimos outs del partido.
COMO EL AVE FÉNIX
Domingo Germán había atravesado momentos duros en su carrera. En enero de 2020 recibió una inhabilitación por 81 partidos por parte de la Major League Baseball (MLB) por violencia doméstica. Y hace apenas unas semanas fue castigado con otros 10 partidos por usar una sustancia extraña para mejorar el agarre de la pelota. También recibió una multa, cuyo importe no fue revelado.
En ninguno de esos momentos, su carrera parecía en peligro, pero sí luego de esas dos aperturas en las cuales cada uno de sus pitcheos parecieron manjares para los bateadores contrarios. Por la cabeza del manager de los Yankees pasó, de seguro, la posibilidad de enviarlo a las Ligas Menores, pero el dominicano se tomó lo ocurrido en ambos juegos como una experiencia.
En unas declaraciones posteriores dijo que no era el momento de lamentarse, sino de encontrar las deficiencias e intentar mejorarlas, y sí que lo hizo, y de la manera más espectacular, con un juego perfecto ante los Atléticos de Oakland este martes, para convertirse en el primer pitcher de su país, el segundo latinoamericano y el cuarto de los Yankees en conseguir esa hazaña.
Contrario a sus dos salidas anteriores, Germán, de 30 años de edad y un salario de poco más de medio millón de dólares, algo extraño para un jugador de la organización de los Yankees, encontró la ubicación ideal para cada uno de sus pitcheos, con un control exquisito, al extremo de realizar solo 99 lanzamientos, 72 de los cuales fueron a la zona de strike, y le permitieron sacar nueve outs por la vía del ponche, un tercio del total.
No necesitó el quisqueyano de jugadas espectaculares, como suele suceder en estos encuentros. Y la ofensiva de los Yankees, apagada en las últimas semanas, le dio el respaldo que necesitaba para ganar el partido y consumar una hazaña. Al mismo tiempo, le dio un respiro a Aaron Boone, sobre todo después de la labor de Luis Severino, quien también tuvo una gran salida en su última aparición.
LO MÁS DIFÍCIL EN EL BÉISBOL
Nada es más difícil en un juego de béisbol que conseguir un juego perfecto. Sacar out de manera consecutiva a los 27 bateadores rivales es un empresa harto complicada, y el pitcher no puede cometer ningún desliz, pero tampoco el equipo al campo. Todo tiene que funcionar como la maquinaria de un reloj en miniatura para que se consuma la proeza. Y Germán y los Yankees lo consiguieron.
Antes que el dominicano solo inscribieron su nombre en la lista de los partidos perfectos dos latinoamericanos: Denis 'El Presidente' Martínez, el 28 de julio de 1991 a Los Dodgers de Los Ángeles, con la casaca de los ya desaparecidos Expos de Montreal, y el venezolano Félix 'El Rey' Hernández, el 15 de agosto de 2012 ante los Rays de Tampa Bay, como lanzador de los Marineros de Seattle.
Por la franquicia de los Yankees solo lo lograron antes David Cone, el 18 de julio de 1999 ante los Expos de Montreal, David Wells el 17 de mayo de 1998 a los Mellizos de Minnesota, y Don Larsen, el 8 de octubre de 1956, en la Serie Mundial, ante los Dodgers, en el único juego perfecto en estas instancias en la ya centenaria historia de las Grandes Ligas.
El primer partido perfecto en la historia de las Grandes Ligas lo lanzó Lee Richmond, del Worcester Ruby Legs contra los Cleveland Blues, el 12 de junio de 1890. Menos de una semana después apareció el segundo. Y luego se fueron haciendo cada vez más extraños y espaciados en el tiempo. Incluso, entre el de Charlie Robertson de los Medias Blancas ante Detroit, y el de Larsen pasaron 34 años sin ninguno.
El año de más juegos perfectos fue 2012, con tres, pero desde entonces no ocurrió otro. Dos años antes el venezolano Armando Galarraga estuvo a punto de inscribir su nombre en los libros, pero el árbitro de primera base, Jim Joyce, decretó un quieto inexplicable con el corredor que pudo ser el último out del partido, en tiempos en los que no se revisaban las jugadas por vídeo. Aquella decisión aceleró lo de las revisiones por vídeo, pero el mal ya estaba hecho.