Con la conquista de la Copa Mundial femenina al vencer a Inglaterra por 1-0 en Sydney, España pareció haber dado un paso más en su afán de convertirse en sede de la Copa Mundial de 2030, que organizaría de manera conjunta con Portugal con Marruecos en caso de ganar, pero de pronto, el escándalo generado por Luis Rubiales, pone todo patas arriba y peligra la condición de posible anfitrión.
De los tres países, la mejor liga, el mejor fútbol, la mejor infraestructura y los mejores resultados los tiene España, por lo que parecía previsible que los partidos más importantes se jugaran en suelo español, tal vez con la disputa del título en el Santiago Bernabeu, luego de la remodelación que ha sufrido el referido campo y que lo convertirán en uno de los tres mejores del mundo, sino en el mejor.
Pero no solo será el coliseo blanco, sino el Camp Nou, ahora mismo en obras, el Benito Villamarín, sede del Real Betis Balompié, o el Nuevo San Mamés, instalaciones espectaculares que dejarían para Portugal y Marruecos menos partidos y menos importantes. Pero de pronto el fútbol español volvió a ser protagonista de un escándalo, que no es el primero ni será el último y todo queda en ascuas.
EL CASO NEGREIRA QUEDA CHICO
En el fútbol español los escándalo se suceden, como en cualquier otro torneo del mundo, solo que en algunos lugares se airean más las situaciones, la prensa le da más bombo, y los directivos toman cada vez decisiones menos acertadas. Y uno de esos casos fue el relacionado con José María Enríquez Negreira, otrora segundo jefe del Comité Técnico Arbitral (CTA)
Enríquez Negreira cobró más de siete millones de euros del Fútbol Club Barcelona desde 2001, en un caso que fue descubierto a principios de año y que obligó a una investigación solo de los años 2016 a 2018, porque los anteriores, según la Nueva Ley del Deporte, ya habían caducado, a pesar de que uno de los presidentes que pagó fue Joan Laporta, otra vez como mandatario blaugrana.
Mientras la fiscalía investiga el caso y algunos actores se presentan como perjudicados, la Unión Europea de Asociaciones Fútbol (UEFA) decidió, al menos en este año, no sancionar al Barcelona ni apartarlo de la próxima Liga de Campeones, lo cual no quiere decir que no lo haga en el futuro, presumiblemente cuando la justicia española termine sus pesquisas y tome una determinación.
El perdón al equipo catalán no sentó nada bien en algunas otras ligas de Europa, cuyos directivos aguardan también por un proceso que puede durar años, en tanto algunos especulan con un perdón total a cambio de que El Barcelona abandonara la Superliga, el torneo que propuso el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, y que podría sustituir en un futuro a la Champions League.
Y justo cuando se apagaban los ánimos por lo del Caso Negreira, España se corona en la Copa Mundial para mujeres que se jugó en Australia y Nueva Zelanda, y se destapa otro escándalo por un beso en los labios que le dio el presidente de la RFEF, Luis Rubiales, a la jugadora Jenni Hermoso, y que le ha dado la vuelta al mundo, en medio de pedidos de renuncia para el dirigente, que se niega a abandonar.
RUBIALES SE NIEGA A RENUNCIAR
El jueves en la tarde, parecía que todo estaba decidido para que Rubiales abdicara de su condición de presidente de la Federación. Había convocado una sesión urgente con las dependencias territoriales para la mañana del viernes y algunos medios de prensa daban por hecho que presentaría su renuncia, ante el clamor de jugadores, políticos, y personajes de la vida pública que lo conminaban a hacerlo.
La sede de la RFEF en la Ciudad de Fútbol de Las Rosas se llenó de periodistas, esperando para dar la última sobre la renuncia del hombre que se apretó los genitales al final del partido ante Inglaterra, desde su puesto en la presidencia, al lado de la reina Letizia y la infanta, pero cuando todos pensaban que Rubiales leería un documento con su renuncia, ocurrió todo lo contrario.
El hombre dijo hasta cinco veces que no iba a renunciar. Lo repitió, hizo elogio de su trabajo, que lo tiene, más allá de algunas decisiones erradas, como la sustitución de Julen Lopetegui como seleccionador un día antes de arrancar la Copa Mundial de Rusia 2018, apenas unas semanas de haber asumido él como presidente de la RFEF, por un acuerdo entre el técnico y el Real Madrid para la temporada siguiente.
Rubiales lo justificó todo. Montó una obra de teatro desde el púlpito, pidió perdón por haberse tocado los genitales y dijo que el beso a Jenni Hermoso había sido consentido. Incluso, aún tambaleándose, se atrevió a ofrecer una renovación y triplicar el salario al seleccionador femenino, Jorge Vilda, uno de sus hombres de confianza, y quien lo aplaudió desde una de las primeras butacas.
Sin embargo, el gobierno español que, supuestamente, no debe involucrarse en cuestiones de la RFEF, porque la FIFA exige que sea autónoma, tomará cartas en el asunto y lo denunciará ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo, el paso inicial para apartarlo del cargo de presidente de la institución. Así que, por ahora, el gobierno insiste en suspenderlo y él se niega a renunciar. La polémica está servida, pero el escándalo crece.
