Ancelotti, otra vez a lo grande

En unos meses se darán a conocer los nombres de los mejores jugadores y el mejor técnico del año en el mundo, y es posible que el de Carlo Ancelotti no esté. Incluso, puede que ni aparezca en la terna finalista.

Solo digo que puede ser, no que vaya a pasar. Porque experiencias hay sobre eso, y Carletto nunca ha alardeado de haber descubierto el fútbol, de ser un renovador, ni tampoco ha reclamado para sí protagonismo alguno.

El italiano hace lo que los buenos técnicos. Carga con las culpas de las derrotas -que hasta los grandes tienen- y cede la gloria en las victorias a los jugadores. No es falsa humildad, porque él es un hombre humilde, que sabe, sobre todo, que depende de los jugadores para ganar algo.

El técnico del Real Madrid tiene claro que es dichoso de estar en el llamado club blanco. Cuenta, a manera de chiste, como fue su regreso al equipo que entrenó de 2013 a 2015 y al que llevó a un título de Europa, la Décima, en la cual, in extremis, un gol de Sergio Ramos permitió empatar ante el Atlético de Madrid, y luego ganar en la prórroga.

Aquella noche, en Lisboa, Carletto supo que ganar con el Real Madrid era mucho más fácil. Por eso, cuando lo echaron al año siguiente por no haber ganado nada, dejó una puerta abierta al retorno. Y no desaprovechó la oportunidad, cuando José Ángel Sánchez, la mano derecha de Florentino Pérez, lo llamo en el verano pasado.

Cuenta Ancelotti que Sánchez le dijo que andaban buscando a un entrenador para el Madrid y que debía estar entre los mejores del mundo. Y entonces él le dijo: "estas hablando con él mejor del mundo", pero solo fue en tono de broma. Sin embargo, poco después desembarcaba en la capital española para demostrar que segundas partes a veces fueron buenas.

Para el mundo del fútbol, los mejores entrenadores están en la Liga Premier. Los nombres de Pep Guardiola, Jurgen Klopp, Thomas Tuchel y algunos otros, constituyen la crema y nata de los banquillos en el más universal. Pero en el deporte, para ser grande, tienes que ganar. Un buen general no puede perder batallas, diría en términos militares.

Y Ancelotti volvió y ganó. Sumó su cuarta Champions, dos de ellas con el Milan AC y otras dos con el Real Madrid. La cuarta hace unas horas, que lo convierte en el único entrenador con cuatro títulos en esa competición.

Todo eso en un año donde ganó la Liga Española y se convirtió en el primer entrenador que gana en cinco ligas distintas: Italia, Francia, Inglaterra, Alemania y España.

Carletto llevó a la gloria al Milan AC, PSG, Chelsea, Bayern Múnich y Real Madrid. Y eso dice mucho, porque, aunque dirijas a grandes equipos, aupados por clubes poderosos, siempre es complicado ganar una liga, por lo complicado que resulta mantener el estado de forma durante 10 meses, sobre todo si participas a la vez en varias competiciones.

El italiano, que está a punto de cumplir 63 años, es un caballero en toda la extensión de la palabra. No se le recuerdan gestos feos, frases altisonantes, respuestas ríspidas a la prensa en sus habituales conferencias ante los medios. Siempre está de buen humor, o por los menos lo aparenta.

Sus jugadores lo defienden siempre. Hablan bien de él aunque no jueguen, y conseguir eso en un vestuario lleno de estrellas es extremadamente complicado.

Carletto fue un gran jugador de un Milan lleno de estrellas, y allí aprendió de sus entrenadores y sus compañeros, y todo eso lo ha enseñado en los últimos años desde los banquillos, a pesar de que sigue sin gozar del glamour de otros técnicos. Aunque, vale recordarlo, tampoco lo reclama. Para él es más importante la transparencia y la humildad.

Como jugador, levantó 14 títulos, incluyendo las Champions de 1988-1989 y 1989-1990, y como entrenador ganó 13 títulos de los países donde trabajó, además de 10 internacionales como técnico de la Juventus de Turín, el Milán y el Real Madrid.

Al terminar este domingo la final de la Champions, le preguntaron en rueda de prensa cuáles eran los planes futuros y advirtió que lo primero eran unas vacaciones. Y merecidas que las tiene el hombre que acaba de ganar la Champions, que siempre creyó, incluso luego de perder ante el Barcelona por 0-4 en el Santiago Bernabéu.

Cuentan los medios españoles que, tras aquella derrota, el presidente del club lo llamo a su oficina para hablar del presente y del futuro del equipo, a pesar de haber superado los octavos de Champions y de disfrutar de una amplia ventaja en la Liga.

Carletto, con su jovialidad de siempre, le dijo que estuviera tranquilo, que el Real Madrid iba a ganar la Liga y la Champions. Pudo haber sido un farol de técnico para que no perdieran la confianza en él ni en el equipo, pero le salió bien y cumplió su palabra.

Cierto que pasó por momentos extremos en todas las eliminatorias, ante el PSG, el Chelsea, el Manchester City, pero sus jugadores, imbuidos de esa fe enorme que les impregnó  -y por aquello del ADN Madrid y lo que trasmite el estadio Santiago Bernabéu- llegaron a la final ante el Liverpool y la ganaron.

Tiene detractores Ancelotti, pero él los deja mal parados. Gana, y en el deporte se trata de eso, de sumar títulos, de satisfacer a la afición. Y en la final, el Liverpool creo más peligro, tiró más a puerta, pero se gana con goles y ese lo marcó el Real Madrid, por intermedio de Vinicius Junior.

Ancelotti, dice el argentino Jorge Valdano, uno de los grandes analistas del fútbol, es un hombre que lo simplifica todo. Para él, jugar bien es defender bien y atacar bien. Todo muy simple y eso se lo ha impregnado al Real Madrid.

En la final, el Real Madrid aguantó las embestidas del Liverpool. Sus jugadores sufrieron pero aguantaron  y esperaron la oportunidad para marcar. Luego, conservaron la diferencia con un Thibaut Courtois imperial, que le aguó la noche a Mohamed Salah y Sadio Mané.

No se recuerda una actuación similar de un portero en una final de Champions, ni a un técnico que se quite más protagonismo para dárselo a sus jugadores, una mezcla de veteranos y noveles llenos de ambición. Algunos, hasta nueve, con cinco trofeos continentales de clubes en sus currículos, más que la mayoría inmensa de los mejores equipos que participan en la competición.

El míster del Real Madrid se va de vacaciones, pero regresará pronto para preparar la temporada 2022-2023, porque como él dijo, en el club blanco la obsesión es ganar siempre, y para hacerlo es necesario trabajar desde la pretemporada.