El cubano José Abreu vivió dos meses terribles luego de su firma como primera base de los Astros de Houston. El cambio de los Medias Blancas de Chicago al equipo texano amenaza con ser el peor de la historia para equipo alguno y mantiene al infielder en el medio de una controversia de la que solo saldrá si el cuadrangular de este domingo es solo el punto de partida para reencontrar su forma, bate en mano.
Es normal que un bateador, por bueno que sea, caiga en momentos de baja producción. En una temporada de seis meses suele pasar. Incluso, el mismo Abreu dice que a él le sucede constantemente. Tiene meses de alta productividad, y otros de muy baja, que se compensan entre sí y lo han hecho uno de los grandes defensores de la primera base, por su bateo, sobre todo.
El inicialista, de 36 años de edad, ha dejado sus huellas en las Grandes Ligas desde su año de novato. Llegó de Cuba, desde donde salió para escapar de un sistema que solo le permitía jugar por unos 20 dólares mensuales y sin pasar por ligas menores, se hizo un puesto en los Medias Blancas, con los cuales ganó la condición de Novato del Año de la Liga Americana.
UN PILAR CON LOS WHITE SOX
Desde que debutó con los White Sox, en la temporada de 2014, se ganó un puesto en el medio de la alineación y completó un año tremendo, en el que jugó 145 partidos, y tuvo 556 veces al bate, con 80 carreras anotadas, 35 dobles, dos triples, 36 jonrones y 107 impulsadas. Era suficiente: la condición de mejor novato no se la quitaba nadie, y encima de manera unánime, con los 30 votos de la Asociación de Escritores de Béisbol de Estados Unidos.
Esos números lo llevaron a la lucha por la condición de Jugador Más Valioso (MVP) del llamado Joven Circuito, aunque terminó cuarto en la votación que, finalmente, ganó Mike Trout, de los Angelinos de Los Ángeles, seguido por Mookie Betts, de los Medias Rojas de Boston, y José Altuve, de los Astros de Houston. Comoquiera, fue una gran temporada, con muchos reconocimientos, entre ellos el Bate de Plata,y era solo el principio, el año del debut.
La siguiente temporada también fue buena. Y la otra, la otra, y todas las que jugó, con un ligero bajón en 2018, cuando solo alineó en 128 partidos, por problemas físicos y se quedó en 22 cuadrangulares y 78 impulsadas, por primera vez por debajo de 100 en su carrera. Aunque estuvo en el Juego de Estrellas y ganó un Bate de Plata, otro. Pero el siguiente fue muy bueno, el mejor de su carrera.
En 2019 Abreu fue un coloso madero en mano. Pegó 33 cuadrangulares, remolcó 123 corredores, la cifra más alta de su carrera y estuvo en otro Juego de Estrellas, como antesala de lo que ocurriría al año siguiente, la de la pandemia del coronavirus, en una temporada recortada, que a él le sirvió para ganar su tercer Bate de Plata y su primer MVP en Grandes Ligas.
Le quedaban dos años de contrato con los Medias Blancas, un equipo en el que siempre tuvo liderazgo dentro y fuera del campo, pero el equipo no consiguió llegar a la Serie Mundial y mucho menos ganarla, como pensaron sus dueños y la estrella de Abreu se apagó en la temporada pasada, una de fracaso sonado para un equipo con muchas estrellas. En esa situación, lo inminente era una salida.
PEOR AÑO Y SALIDA A HOUSTON
El anciano manager Tomy Larusa no pudo hacer de los Medias Blancas un equipo ganador y Abreu, aunque se mantuvo saludable todo el año, vio como su bate se enfrió. La cantidad de jonrones e impulsadas cayeron al mínimo de su carrera, aunque su average fue de .304, un indicador al que cada vez se le presta menos atención en el béisbol, salvo en el país donde él nació.
Los Astros de Houston, sin embargo, creyeron que el primera base aún podía ser una buena pieza para redondear su line up y para sustituir a Yuli Gurriel, quien había tenido buenas campañas con el equipo texano, incluyendo dos títulos de Serie Mundial. Y le dieron 58 millones por tres años. El natural de Cienfuegos, en el centro de Cuba, hizo sus maletas y se fue a su nueva casa.
Sus últimas semanas en Chicago estuvieron marcados por un bajón tremendo en su producción de extrabases. El último cuadrangular lo bateó el 13 de septiembre ante el derecho Justin Lawrence, de los Rockies de Colorado, en un partido que ganaron los Medias Blancas por 4-2. Desde entonces, hasta la noches de este domingo, ante el dominicano Luis Medina, pasaron 257 días sin sacar una pelota del parque.
Por suerte, su salario y la fe que le tuvo el manager de Houston, Dusty Baker, lo mantuvieron en la alineación todo este tiempo. Por eso, cuando conectó el jonrón, dio la vuelta al infield a una velocidad tremenda, porque él sabía que soltó toda esa presión que tenía dentro y que desde ahora todo puede volver a ser normal. Tal vez por eso soportó estoicamente el pelotazo que le dieron en el noveno inning luego de festejar, con un deslizamiento delante de sus compañeros, el haber roto la sequía de cuadrangulares.
Si Abreu vuelve a ser el bateador de siempre por las tres próximas temporadas, tendría muchas opciones de ser considerado en algún momento para el Salón de la Fama, aunque, de cualquier manera, sigue siendo el mejor slugger cubano de los últimos años, sobre todo entre esos que escaparon de la isla cárcel para irse a jugar al mejor béisbol del mundo, el de las Grandes Ligas de Estados Unidos.