La rivalidad entre el Real Madrid y el Barcelona llega a niveles tan altos que muchas veces el accionar de uno condiciona al otro. Así ha sido durante más de 60 años y así, parece, seguirá por los tiempos de los tiempos. NO hay que olvidar que la renuncia de Florentino Pérez en su primer mandato, estuvo condicionada con la llegada de Samuel Eto'o a la Ciudad Condal.
La venta del camerunés, a la larga, le pasó la cuenta a Florentino, quien no lo vendió directamente, porque lo hizo el Mallorca, pudo haberlo recomprado desde Son Moix, a donde se había ido, solo por la mitad de lo que pagó Joan Laporta por él, poco después de hacerse con las riendas del club blaugrana, que vivió desde entonces su época de mayor esplendor, aunque en ese tiempo ya "trabajaban" con José María Enríquez Negreira.
Pero pasemos la página con lo de Eto'o, aquella renuncia de Florentino, y todo lo que ocurrió después, hasta la vuelta del actual presidente para darle vida a un proyecto sólido, que ha convertido al Real Madrid en el equipo dominante en Europa. Además de garantizar solvencia económica, grandes fichajes, un estadio nuevo, y preferencia de los jugadores por irse al Santiago Bernabeu, entre otras cosas.
EL GOLPE DE FLORENTINO CON LOS JÓVENES
Florentino es un hombre de negocios y sabe muy bien el terreno que pisa. En fútbol se deja asesorar y ha mandado a sus ojeadores a medio mundo en busca de talento joven, de jugadores por los cuales apostar antes de que valgan sumas superiores a los 100 millones de dólares, que son las cifras que se manejan ahora hasta por futbolitas de clase media, porque así va el mercado.
El presidente blanco le arrebató al Barcelona a Vinicius junior y a Rodrigo Goes. Ambos había hablado con el Barceloa, o lo habían hechos sus familiares y representantes, pero cuando apareció el Real Madrid, hasta ahí llegaron las pláticas. Ambos decidieron que jugarían en la capital. Poco después llegaron Fede Valverde, Eduardo Camavinga, Aurelién Tchouaméni, hasta formar un grupo joven con mucho físico y talento.
El Barcelona se dio cuenta de que la batalla se podía ganar en Brasil y hacia allá envió a sus ojeadores, quienes se encontraron con un chico con unas dotes excepcionales para el fútbol, un tal Endrick con un físico prodigioso, capaz de destrozar a los rivales de su edad sobre la cancha, pero volvieron a tropezarse con el mismo problema: el Real Madrid lo tenía atado. Iría al Bernabeu cuando cumpliera 18.
No se quiso quedar dada la directiva del club catalán e hizo una locura por otro chico que jugaba en Brasil y demostraba dotes de goleador, Vitor Roque. Al principio iba a llegar en el verano de 2024, previo pago de una suma que podría exceder los 60 millones de dólares entre fijos y viariables, pero en el mercado de fichaje anterior desde el Camp Nou decidieron que era el momento.
Roque iba a ser el salvador. Le iba a dar al equipo lo que no tenía: goles, presión a Robert Lewandowski para que rindiera o se fuera, e iba a equiparar al Barcelona al Real Madrid. Lo escuché en radios y televisoras catalanas: había desembarcado el nuevo Samuel Eto'o. Al fin Xavi Hernández tendría al jugador que necesitaba para darle la vuelta a una temporada en la que los títulos parecían lejanos.
O TIGRINHO, SIN PENAS NI GLORIAS
El 5 de enero pasado, Vitor Roque llegó a Barcelona, conoció a sus futuros compañeros, se entrenó a las órdenes de Xavi Hernández y después acudió a su presentación, en la que no estuvo Joan Laporta. El presidente no participó en la ceremonia de presentación del que iba a ser el salvador del equipo, del que habían fichado como un crack emergente. Estaba en Dubái.
La ausencia fue demasiado llamativa. El propio presidente había apostado por él, pensaba que sería la solución a la falta de gol, y no estuvo en la ceremonia de presentación, a pesar de que participó en aquella de Dani Alves casi descalzo, y en todas las otras desde que asumió por segunda ocasión las riendas del equipo catalán. Era raro, pero tal vez Laporta sabía algo.
Desde el primer día tampoco O Tigrinho le llenó el ojo a su entrenador. El delantero de 1.74 de estatura tenía movilidad, pero desde la primera práctica el técnico se dio cuenta de que jamás podría suplir al polaco. Le faltaban cosas, entre ellas potencia. Y le dio oportunidades, que el jugador no aprovechó para echar la puerta abajo, para cambiar la situación, y entonces se dejó de hablar de Vitor Roque.
Pasó al ostracismo. Jugaba un día, pero la mayoría era carne de banquillo y apenas veía acción, y entonces los medios comenzaron a decir que Xavi, que había dicho que se iba, no lo quería. Y cuando Xavi dijo que no se iba, la prensa habló de que el equipo lo cedería, aunque para una cesión necesita el sí del jugador y al menos no se sabe si el brasileño está dispuesto a marcharse a otro club o no.
Mientras eso pasaba, Endrick la rompía en Brasil. Ganaba títulos, marcaba goles espectaculares y era llamado a la selección, con goles en Wembley y el Santiago Bernabeu ante Inglaterra y España. La comparación se comió a O Tigrinho, y también al Barcelona, que tendrá que buscarle acomodo a su joven figura, en espera de que explote en otro lugar para traerlo a casa después. Con los riesgos que eso implica.