Los fantasmas del Barcelona en Europa no terminan de desaparecer. Puede cambiar el entrenador, llegar jugadores nuevos, gastarse el club cientos de millones de euros en la compra de estrellas, pero la situación suele repetirse año tras año desde hace algunas temporadas. Es como si una fuerza superior le impidiera lucir todo el potencial que tiene una plantilla de lujo.
El último verdugo volvió a ser el Bayern Múnich. No es un ejecutor nuevo, sino el mismo de años anteriores, aunque a veces sea en escenarios diferentes, con jugadores distintos, algunos de ellos cambiados de bando, como el ahora principal artillero del Barça, el polaco Robert Lewandowski, quien abandonó Baviera hace unos meses para jugar por el principal equipo catalán.
Antes de la noche de este martes, jugadores, directivos, entrenador, medios y aficionados culés decían que el equipo iba por más, solo por la victoria. Algunos desdeñaron la posibilidad de un empate. No bastaba con un punto en el Allianz Arena, decían. Pero en el fondo sabían que puntuar en casa del Bayern era importante, y ni un empate pudieron sacar de aquella cancha 'maldita'.
NI CON LEWANDOWSKI
Desde finales de la pasada temporada, tras una campaña en blanco, la directiva del Barça se propuso reforzar todas sus líneas, trabajar en un nuevo proyecto, que tendría como figura principal al polaco Lewandowski, quien aún tenía contrato vigente con el Bayern Múnich, pero que haría todo por cambiar de aires y buscar un nuevo contrato, el último de su carrera, y garantizar más años al máximo nivel.
Luego de algunas semanas de posiciones encontradas, de estiras y aflojas, y hasta de actitudes rebeldes del jugador, el Bayern terminó por aceptar la oferta del Barcelona y dejó salir a su mejor goleador de los últimos años. A cambio, contrató al senegalés Sadio Mané, que llegó procedente del Liverpool inglés. La operación debilitó a los bávaros y fortaleció el ataque culé.
Pero Joan Laporta, el presidente del club catalán y su junta directiva no se detuvieron ahí. Ficharon además al centrocampista marfileño Franck Kessié, que llegó libre del Milán AC, al zaguero central danés Andreas Christensen, también con la carta de libertad desde el Chelsea, al francés Jules Koundé del Sevilla, al atacante brasileño Raphinha, otrora extremo del Leeds United, y a Marcos Alonso, un lateral del Chelsea.
Esos fichajes, más la renovación fuera de tiempo de Ousmane Dembelé permitieron formar un equipo poderoso. O al menos una gran plantilla, con la intención de pelearle la Liga Española al Real Madrid, el vigente campeón, y competir en igualdad de condiciones con los grandes de Europa en lides continentales. Pero una gran plantilla no forma, de primeras, un gran equipo. Y hasta ahora, a pesar de Lewandowski y los recién llegados, el Barcelona volvió a caer.
BIEN EN LIGA
En la Liga, el Barça resbaló en el primer partido ante el Rayo Vallecano y apenas consiguió un empate sin goles, pero en las cuatro jornadas siguientes resolvió casi siempre por goleadas: 1-4 ante la Real Sociedad, 4-0 al Real Valladolid, 0-3 al Sevilla y 0-4 al Cadiz. En esos partidos se apuntó Lewandowski hasta seis goles, para colocarse como Pichichi del torneo.
El entrenador, Xavi Hernández, la directiva y los medios pensaron que el Barça había vuelto a la cúspide, que estaba al más alto nivel de Europa, pero la Liga no es la Champions, a pesar de que en el estreno en la máxima competición europea goleó a los checos del Viktoria Plsen, otro rival que está muy lejos de la crema y nata del más universal en el llamado viejo continente.
En la competición española funcionaron casi a la perfección hasta aquellos que nunca lo hicieron, como el central Eric García, en tanto el técnico establecía prioridades y mandaba recados a varios de los pesos pesados del equipo, que se vieron en el banquillo un día sí y otro también, como los zagueros Gerard Piqué y Jordi Alba, quienes, de pronto, dejaron de ser las prioridades.
Alba es ahora mismo la tercera opción por la banda izquierda y no aceptar una opción de salida que le ofreció el club lo condena a jugar muy poco y a casi perderse la Copa Mundial de Qatar, que se disputará entre el 20 de noviembre y el 18 de diciembre, porque es poco probable que el seleccionador español lo llame sin apenas minutos sobre la cancha. Para Piqué es una clara invitación a marcharse.
LA BESTIA NEGRA ALEMANA
Al Barça le va mal contra el Bayern Múnich y también contra cualquier otro equipo alemán. En los últimos años se sucedieron los reveses, uno tras otro, aunque ninguno tan clamoroso como aquel 8-2 en Lisboa, apenas saliendo de la pandemia del coronavirus y que parece haber marcado para siempre la relación entre uno y otro club. Ese día, hasta el brasileño Phillipe Coutinho, cedido por los catalanes, a los bávaros, marcó un par de goles.
Durante la temporada pasada, ambos equipos se enfrentaron en dos ocasiones. En la primera de ellas, el 14 de septiembre en el Camp Nou, los germanos ganaron por 0-3, con un gol de Thomas Muller, y dos de Robert Lewandowski. La vuelta, en el Allianz Arena, el 8 de diciembre, también se resolvió por 3-0, ahora con dianas de Muller, Jamal Musiala y Leroy Sané.
Por si fuera poco, el Barça no logró avanzar a octavos de final de la Champions y se vio enrolado en la UEFA Europa League, de donde lo apeó otro once alemán, el Eintracht de Frankfurt, a la postre campeón, para alargar la agonía de los catalanes con equipos procedentes del torneo germano, en una situación que se extiende ya peligrosamente en el tiempo.
Ya en cuartos de la UEFA Europa League, el 7 de abril pasado, el Eintracht sacó un empate 1-1 en el Deutsche Bank Park, a pesar de terminar con un jugador menos por la expulsión de Lucas Silva en el minuto 78. Marcaron Ferrán Torres y Ansgar Knauff. En la vuelta, en el Camp Nou, ganaron los teutones por 2-3, aunque los dos goles del Barcelona, de Memphis Depay y Sergio Busquets, llegaron en tiempo de descuento.
LA VUELTA AL ALLIANZ ARENA
El regreso al Allianz Arena para un partido de la fase de grupos de la Champions 2022-2023 no pudo resultar peor y volvió a sembrar fantasmas en jugadores, directivos, medios y afición. Cierto que el Barcelona dominó por momentos el partido, que tuvo 15 minutos muy buenos en la primera mitad, pero también es cierto que sus balones nunca llegaron a las redes contrarias, y en el fútbol se gana con goles.
Por el contrario, a comienzos del segundo tiempo el Bayern marcó el 1-0 y luego de oler la sangre del rival fueron por más. Al gol de Lucas Hernández se sumó otro de Leroy Sané, y si no cayeron otros fue porque, entonces, la suerte se alió con los de Xavi Hernández, que capearon el temporal como pudieron, para volver a casa con un 2-0 que muchos lo consideran como un punto de inflexión.
Para algunos medios fue un revés que permite mantener "la cabeza alta", otros creen que el once catalán está para competir con los mejores del continente, pero lo cierto es que el club vendió parte de sus activos, a través de las famosas palancas, para intentar ganar todas las competiciones, y ya dio su primer mal paso en Europa, en un grupo en el cual tanto el Bayern como el Inter de Milán lo pueden mandar a la UEFA Europa League de nuevo.
Si eso ocurre, de nada habrán servido los fichajes, las palancas, ni el propio Lewandowski y el séquito que lo acompaña desde el verano. Xavi no habrá mejorado a Ronald Koeman y el mundo del fútbol empezará a temer por el futuro de uno de los clubes con más historia y valor del mundo. Por ahora, habrá que esperar.