Miguel Cabrera, el mejor pelotero venezolano de todos los tiempos, arrancará en poco más de un mes su última temporada en las Grandes Ligas, el paso previo a convertirse en el próximo morocho en ingresar al Salón de la Fama de Cooperstown, algo de lo cual nadie tiene dudas, por una fenomenal trayectoria de dos décadas en el mejor béisbol del mundo.
Cabrera sobrepasó ya los 500 jonrones, números con los cuales se entra al llamado recinto de los inmortales, al menos que tu carrera esté manchada por algún escándalo de dopaje, como sucede en los casos de Barry Bonds, Alex Rodríguez, Rafael Palmeiro, Marc McGwire, Sammy Sosa y Manny Ramírez, quienes, al parecer, tendrán vetado de por vida, su ingreso a Cooperstown.
Con una carrera intachable, que incluye un anillo de Serie Mundial, cuando jugaba para los Marlins de Miami, Cabrera también supera los tres mil hits, otro indicador que ofrece boleto casi seguro al Salón de la Fama. Todo eso, además de haber ganado títulos de bateo, de haber acudido muchas veces al Juego de las Estrellas o de ganar bates de plata.
EL QUE BATEA JUEGA Y ELIGE POSICIÓN
Miggy, como lo llaman sus compañeros en los Tigres de Detroit, se hizo de un nombre en las Grandes Ligas como tercera base, pero como sucede casi siempre con los grandes sluggers, terminó por irse a la inicial, una posición más cómoda, que lleva menos sacrificio defensivo y donde normalmente los managers prefieren colocar a los hombres de referencia de su lineup.
Así arrancó en los Marlins, pero luego se mudó a la inicial, y así pasó a Detroit, donde consiguió uno de los contratos más largos y por un monto más alto de la historia de la llamada Gran Carpa, aunque sin volver a ganar una Serie Mundial, ni a tener la opción de disputar una final, algo que ha pesado en su ya legendaria carrera.
Hablando de cifras, Miguel Cabrera es solo el tercer bateador de la historia que suma tres mil hits, 500 jonrones y 600 dobles, solo por detrás de dos colosos, como Hank Aaron y el dominicano Albert Pujols, quien terminó su carrera la temporada anterior y que también tiene reservado un puesto en Cooperstown a las primeras de cambio, algo así como decir que nada más sea elegible.
Esa suma convierte a Cabrera en uno de los pocos bateadores con el 33 por ciento o más de sus hits en extrabases en toda la historia de las Mayores, algo de lo cual pueden alardear muy pocos jugadores, y todo eso sin contar sus altísimo average y la cantidad de impulsadas y anotadas a lo largo de su prodigioso paso por la cima del béisbol rentado.
Cabrera, con .308, es el pelotero en activo con más alto average y uno de los pocos con más de 500 cuadrangulares y sobre .300 de promedio ofensivo, indicadores que muy rara vez coincidieron en un solo jugador, con monstruos como Barry Bonds, Alex Rodríguez o el propio Albert Pujols, que no pudieron conseguirlo.
EL AÑO DE DESPEDIDA
El Tigre mayor, como le dicen al venezolano, entra a su último año de contrato con los Tigres de Detroit, y espera tener la oportunidad de despedirse por todo lo alto de los fanáticos de todos los campos, al estilo Derek Jeter o Mariano Rivera, quienes recibieron homenajes en cada estadio donde jugaron los Yankees en los respectivos últimos años de ambos.
Cabrera no sabe si será designado, si estará en la inicial, incluso no sabe las posibilidades de jugar que le dará la dirección del equipo, pero el año anterior, cuando todo parecía que terminaba, porque sus números iban de mal en peor, tuvo un repunte en la segunda parte de la campaña, algo que puede extenderse a la que comenzará en abril próximo.
Una situación similar, a la que enfrentará Cabrera, vivió el año anterior Albert Pujols, quien arrancó el año en los Dodgers de Los Ángeles, con la ilusión de alcanzar los 700 cuadrangulares, pero no disfrutó de oportunidades, hasta que los Cardenales de San Luis, el equipo con el que debutó en Grandes Ligas lo llevó de regreso a casa.
Ya en San Luis se soltó a batear y pudo sobrepasar los 700 cuadrangulares, para despedirse por todo lo alto del equipo de sus amores. Y ahora Cabrera quiere hacer algo parecido, aunque no tiene ninguna meta en números por delante que quiera ponerse como reto en la campaña: solo quiere jugar, disfrutar de sus últimos momentos en el béisbol y luego irse feliz al retiro.
De cualquier manera, con el final de su carrera, el béisbol dice adiós a uno de los jugadores más carismáticos y sociables que alguna vez pisó un diamante en cualquier lugar, el niño que se fue haciendo hombre en el campo y que siempre tuvo una sonrisa o un gesto lindo para los aficionados, lo mismo en Miami, que en Detroit o en cualquier otro lugar del mundo.