Vinicius Junior es un gran futbolista y un buen chico. Parece un tipo humilde, al que no se le han subido los millones a la cabeza, pero tiene dos cosas que conspiran en su contra: juega como los brasileños de siempre y lo hace en el Real Madrid. Por ambas razones medios de prensa y personeros del fútbol en España lo han convertido en centro de una campaña que se va convirtiendo en insoportable.
Alguno de los principales diarios españoles inició desde hace un tiempo una campaña encaminada a desprestigiar al futbolista, con argumentos a veces increíble, como aquello de que si baila tras un gol, que si provoca al público con sus gestos, o a los contrarios en el campo, cuando en realidad el 20 del Real Madrid es víctima tanto de la grada como de los rivales, con frases y acciones.
Contra Vinicius ha habido gritos racistas en más de un campo. No son solo los abucheos normales contra el jugador contrario con la intención de sacarlo del partido, en cuanto a concentración, sino clamorosos gritos racistas, por los cuales, en cualquier otro torneo se hubiera cerrado el estadio como castigo. Y en el campo lo han cocido a patadas y milagrosamente ha escapado de las lesiones.
¿CUÁNTA CULPA TIENE VINI?
El Real Madrid pagó casi medio centenar de millones de euros por Vinicius cuando aún este era un crío y había jugado solo unos partidos en el fútbol de élite de Brasil. El club se la jugó con él y lo pudo traer a España solo para el verano de 2018, cuando cumplía los 18 años. Luego de entrenarse con el primer equipo fue enviado al Castilla para que hiciera la mili y allí comenzaron los problemas.
El atacante tuvo un partido impresionante contra el Atlético B, con dos goles incluidos, y uno de los rivales, el capitán del elenco contrario, ante la incapacidad para pararlo, lo mordió en la cabeza. Fue apenas el principio, porque la salida de Ronaldo unos meses antes a la Juventus convirtieron a Vini en la esperanza de la afición, aunque estaba muy tierno aún para asumir galones y llenar el espacio que dejó el portugués.
La salida de Julen Lopetegui como entrenador, dio paso a Santiago Solari, quien le dio todos los poderes a Vinicius en el ataque, pero le faltó puntería. Muchas veces, después de electrizantes jugadas, se quedó solo frente al portero rival, pero no logró convertir. Entonces, en algunos programas de televisión comenzaron las burlas, algunas de las cuales rozaron las faltas de respeto.
Vinicius no se amilanó por eso y continuó haciendo su trabajo. Le costaba adaptarse al fútbol grande, a torneos exigentes, pero su fútbol siguió siendo el mismo: de regates, de intentarlo una y otra vez, hasta que en 2018 con Carlo Ancelotti en el banquillo del Real Madrid, explotó definitivamente. Se convirtió en pieza clave, dio grandes asistencias, marcó goles espectaculares, entre ellos el de la final de la Champions ante el Liverpool.
Ya no bastaba con burlarse, ahora había que sacarlo de juego, y periódicos y tertulianos de equipos rivales comenzaron a hablar de provocador, porque bailaba tras sus goles, mientras en el campo se lo comían a patadas los rivales en Liga -no así en Europa- ante la pasividad casi total de los colegiados, que, al parecer, influenciados por los medios, hicieron caso omiso a los reclamos del jugador.
LA TAPA AL POMO
En las últimas semanas, la situación llegó a extremos alarmantes. Algún diario de información deportiva reinició con fuerza la cruzada contra el brasileño. En las tertulias de televisión le dedican programas de dos horas, con el argumento de que se tira o que le habla a los rivales en el campo. Incluso, entrevistan a uno de sus agresores, Pablo Maffeo, jugador del Mallorca, quien dice que algo debe de hacer mal cuando tiene al público y a los rivales en contra.
Este año, ha Vinicius le han pegado con todo. Y a veces ni falta han marcado los árbitros, como en la última entrada del defensor del Barcelona Ronald Aráujo, quien le hizo una entrada muy peligrosa durante la final de la Supercopa de España en Arabia Saudita. Pese a la pasividad arbitral, es el futbolista que más faltas recibe en todas las grandes ligas de Europa. Y aunque algunos digan que provoca, todo forma parte de la campaña para influir en su juego.
Vinicius es un regateador nato. El rival que tiene a cargo marcarlo sabe que en cualquier momento se la puede liar. Sabe que le puede hacer un caño, un doble regate, una bicicleta, y dejarlo mal parado, y los entrenadores también lo saben y apelan a las provocaciones para intentar sacarlo de juego y que no sea tan efectivo, porque el brasileño ya no es carne de meme, ya llega al área y marca o da asistencias definitorias.
El clímax de toda esta situación llegó en las últimas horas, cuando en un puente de Madrid, aficionados del Atlético, el próximo rival del equipo blanco, colgaron un muñeco con la camiseta de Vinicius, en una clara señal de que los insultos de la grada, la campaña de los medios y hasta de propios compañeros de profesión ha llegado a límites inimaginables en las últimas horas.
Por el momento, más allá de algunos youtubers, algún periodista y el entrenador Carlo Ancelotti, nadie más se ha pronunciado a favor del atacante brasileño. Nadie ha pronunciado el mea culpa por lo que está sucediendo y posiblemente ni ocurra, pero en la cruzada contra el jugador la mayor parte de las culpas la tienen los medios y la campaña de odio, a veces hasta racista.