La Federación Española de Fútbol cesó a Luis Enrique como seleccionador y al momento nombró a su sustituto. El presidente de la institución que rige el más universal en el país, el controvertido Luis Rubiales, no quiere más problemas. Al menos no más de los que creó el otrora entrenador, cuya presencia en la Copa Mundial de Qatar 2022 hizo correr ríos de tinta sobre su labor.
Según medios de prensa, los directivos de la Federación tenían una reunión prevista con el técnico para después del Mundial. En ese encuentro se decidirían las posiciones futuras: si seguía al frente de La Roja por otros dos años, incluso cuatro, o si se finiquitaba su contrato y cada uno tomaba su rumbo: el entrenador en busca de otro equipo y la institución por otro mandamás.
Pero lo ocurrido ante Marruecos lo precipitó todo. Rubiales y su séquito sabían que Luis Enrique estaba jugando con candela, que se enfrentaba cada día a los medios, y que sus decisiones no agradaban a los seguidores de la selección nacional. Entonces no quisieron darle más vueltas al asunto, lo cesaron antes de que él apareciera en pública y anunciara su decisión y nombraron en su lugar a Luis De la Fuente.
¿POR QUÉ LA FEDERACIÓN ECHA AL SELECCIONADOR?
Si Luis Enrique hubiera ganado la Copa Mundial o hubiera seguido al menos hasta semifinales, hubiera tenido la potestad de escoger su futuro, y decidir si se iba o se quedaba al frente de la escuadra nacional, pero no fue así. El equipo debutó como un trueno ante Costa Rica. Aquellos siete goles ante los centroamericanos hicieron creer a muchos, incluido los propios jugadores, que lo de Qatar sería un paseo.
Sin embargo, aquel partido fue solo un espejismo ante un rival al que cogieron movido y que nunca más pudo plantar cara en la cancha durante los 90 minutos del partido. En el segundo choque, Alemania les plantó cara y en la segunda mitad fueron mucho mejores los teutones, que se jugaban su paso a octavos, luego de haber sido superados por Japón en el debut.
Los siete goles ante Costa Rica y el empate frente a Alemania dejaban en muy buena posición al seleccionado español, pero, pese a eso, por momentos del partido ante Japón estuvieron fuera de la ronda siguiente, porque Costa Rica consiguió darle la vuelta al choque ante los teutones y los ibéricos iban abajo ante los nipones. Luis Enrique sufría en la banda, aunque lo negara después.
Al final ganó Japón, pasó primero, y España se tuvo que conformar con un segundo puesto e ir ante Marruecos en los octavos. Todo parecía cuestión de coser y cantar. El optimismo hizo presa a la selección y en el cuerpo técnico, o al menos en el entrenador y los jugadores, nadie miró hacia atrás para ver los últimos resultados, el empate ante una Alemania que sucumbió por segunda vez en Fase de Grupo, y el sorprendente Japón.
¿MARRUECOS TUVO LA CULPA?
Marruecos eliminó a España. Salvo un tiro de Marco Asensio al principio al lateral de la red y otro de Pablo Sarabia en el último minuto de partido, luego de los 90 reglamentarios con sus correspondientes alargues, y los 30 de prórroga, también con alargues, la escuadra ibérica no tuvo más opciones. Se cansaron de pasarse la pelota en la frontal del área pero nada más.
Cierto que tampoco hizo mucho Marruecos, pero al menos tuvo tres ocasiones claras que sus delanteros no pudieron convertir. Y así llegaron los penales. La fatídica lotería era esperada por los norafricanos y temida por los ibéricos. Los primeros apostaban todo a Bono y los segundos no creían en el acierto de sus jugadores. Al final, el arquero marroquí fue un coloso y detuvo casi todo lo que le tiraron.
Solo no detuvo el disparo de Pablo Sarabia, pero no hizo falta, porque la pelota fue directo a la cepa del poste. Luego Bono se encargó de sacar el tiro de Carlos Soler, un cobro inofensivo, que le bastaba al portero con dejarse caer hacia ese lugar. Y por último se comió el suyo Sergio Busquets, con un cobro sin malas intenciones. No hizo falta más. Y cuando se consumó la eliminación, todos, o casi, estallaron contra el entrenador.
Cierto que algún jugador lo defendió, sobre todo Rodri o Ferrán Torres, pero no había mucho que defender. Porque el propio técnico se encargó de echarse tierra arriba desde mucho antes de dar la lista definitiva que iría a la Copa Mundial. Confío en una guardia pretoriana que no estaba para competir en el Mundial, y dejó en casa a jugadores de experiencia, curtidos en cientos de partidos en competiciones europeas. Y sobre todo, dejó gol.
Incluso, a pesar de que llevó a Álvaro Morata como único nueve de referencia, en tres de los cuatro partidos los dejó en el banquillo e inició con Asensio. Pero no tuvo opciones frente al arco nunca, porque no tenía nueves de reserva, en tanto Gerard Moreno, Borja Iglesias o Iago Aspas veían la Copa Mundial desde su casa o estaban de vacaciones. Y lo mismo pasó con la zaga.
Cargó con Eric García, en contra de la opinión de casi toda España, salvo la barcelonista. Lo defendió a capa y espada y dijo que le aportaba cosas que ningún otro. Y al final, llevó a un centrocampista a ocupar su lugar, mientras Sergio Ramos, titular con el PSG y un guerrero en la cancha estaba en casa.
Le faltó todo a Luis Enrique, y pagó las culpas. Las de él y las de los jugadores que llevó. Y a la Federación le tiene que servir de experiencia: el timonel de la escuadra nacional no puede estar en guerra con todos, no puede dedicarse a stremear ni a pensar en otras cosas cuando la gente sueña con ver a La Roja regresar con un título. Por suerte, Luis enrique ya no está.