Los octavos de final de la presente edición de la UEFA Champions League reservaron un pareo muy especial: un Liverpool versus Real Madrid, que reedita la final del torneo anterior, ganado por el equipo de la capital española en el Stade France por 1-0, con un solitario gol de Vinicius Junior. Aquella fue la decimocuarta Orejona para el vencedor, por seis que mantuvieron los de Anfield.
Con 20 coronas europeas sobre el césped de Anfield, una combinación imposible para otros clubes, los dos finalistas de la versión anterior salieron con motivaciones muy diferentes. El Liverpool a tomar revancha del revés en la capital francesa, y a borrar un poco de la pésima imagen que ofrece en la Liga Premier. Porque a estas alturas, solo ganar la Champions le garantizará estar en la de 2023-2024.
Y los primeros minutos fueron de vértigo, con el equipo de Jurgen Klopp apretando a un rival que arrinconó contra su propio arco desde el principio, lo que permitió a Darwin Núñez abrir la cuenta apenas en el tercer minuto de juego. Anfield rugía, el Liverpool parecía comerse al Real Madrid y, para colmo, el siempre seguro arquero Thibaut Courtois no controló bien un balón que le mandó Dani Carvajal y llegó el segundo gol del equipo red.
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Rio Ferdinand, exjugador del Manchester United
RESURRECCIÓN BLANCA
Solo había pasado un cuarto de hora y el Madrid parecía groggy, como si Mike Tyson le hubiera golpeado el mentón a cada uno de sus jugadores. Todos bajaban los brazos de pronto. O no todos, Vinicius Junior aún peleaba, se ofrecía, pedía la pelota e intentaba abrir un camino hacia Alisson, el brasileño arquero rival. Y lo consiguió, justo al minuto 21 se inventó un gol casi de la nada y le devolvió la vida a su equipo, que se activo como por arte de magia.
Poco después, el mismo Vinicius fue con toda la fe del mundo a una jugada que iba a terminar en el arquero, pero el despeje de este rebotó en el delantero del Real Madrid y el balón fue a anidarse a las redes del once local: 2-2 en el marcador, partido igualado sobre el campo, y al descanso, a que los entrenadores intentarán sacar ventaja, como si todo hubiera acabado de comenzar.
A la vuelta de los vestuarios, el Real Madrid era otro. Vinicius forzó una falta cerca de la esquina, que cobró Luka Modric y aprovechó Militao para, con un cabezazo inapelable ante una dormida defensa rival, adelantar al equipo de Carlo Ancelotti. A esas alturas, nada más comenzar el segundo tiempo, el Liverpool parecía vencido, y los del Real Madrid iban con turbos. O al menos era lo que se veía sobre la cancha.
El equipo blanco sabía que estaba haciendo algo histórico, porque nunca antes en lides europeas ningún rival había anotado más de tres goles al Liverpool, y el campeón de Europa quería ser el primero. Y lo consiguió con una gran jugada por la derecha, una pared entre Rodrigo y Benzema y un disparo de este último que rebotó en un zaguero, descolocó al portero y se fue a las redes.
La remontada parecía consumada, pero los visitantes querían más. Una gran jugada de Modric habilitó a Vinicius que pudo encarar la portería, pero después de unos pasos cedió a Karim, que una vez vencido Alisson y con tres zagueros rivales por delante, la colocó en la escuadra. Con el 5-2 el Madrid se encargó de controlar el juego, a veces con combinaciones preciosas sobre la cancha y sin que el rival tuviera más opciones.
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Steven Gerard, ex jugador del Liverpool
¿OTRO MADRID EN CHAMPIONS?
El mundo del fútbol no entiende las razones por las cuales el Real Madrid es un equipo en La Liga y otro muy diferente en la competición europea. Los más acérrimos defensores dicen que se trata del gen competitivo que ha pasado de jugador a jugador desde hace muchas generaciones, y que ha convertido al equipo en el máximo ganador en lides europeas.
Insisten en que es así desde los tiempos del argentino Alfredo Di Estéfano, de Paco Gento o de Amancio Amaro -fallecido el mismo día del partido- pioneros en eso de darle títulos continentales al llamado equipo blanco, elegido a principios de siglo como el mejor del mundo en la centuria pasada y máximo ganador en Europa en la presente, por encima del Barcelona y el Bayern de Múnich, por ejemplo.
Los detractores, por su parte, no logran explicarlo. Unas veces dicen que el Real Madrid gana por las ayudas arbitrales, porque los rivales se achican cuando tienen que enfrentarlos, y en la mayoría de las ocasiones dicen que se imponen porque la suerte siempre está de su lado, sobre todo en esos pequeños instantes de los partidos en los cuales la balanza se inclina a su lado de manera definitiva.
Lo cierto, creo, es que al Real Madrid le gusta Europa. La alegría y vistosidad de los estadios europeos no tiene nada que ver con el fútbol español. No es lo mismo enfrentar a un Cadiz o un Mallorca encerrado atrás, con un juego feo y cargado de faltas, que ir al intercambio con un grande como el Liverpool, el Manchester City o el Bayer Múnich, en partidos de vértigo, donde termina por imponerse la pegada.
La Liga no va a cambiar, porque los equipos pequeños tienen que buscar armas para defenderse de los grandes, pero, mientras, Europa seguirá llenando de días de glorias el palmarés del Real Madrid, que, gane o no la presente edición de la Champions, siempre da la impresión de que puede plantarle cara a cualquier rival, sin importar que tengan detrás el respaldo de los petrodólares.