El partido contra el Real Madrid por la vuelta de los octavos de final de la UEFA Champions League no es el más importante para el Liverpool en su historia ni mucho menos. No puede ser más trascendental un duelo de octavos que una final de Champions, de las cuales los de Anfield han disputado muchas, pero si será el más complicado en mucho tiempo, porque tendrán que remontar una diferencia de tres goles y en campo contrario.
El equipo de Jurgen Klopp es de esos que sabe muy bien lo que es darle la vuelta a un marcador adverso, sin importarle el rival de turno, su alcurnia, la jerarquía de los jugadores sobre la cancha o las estrategias del entrenador contrario. Los del técnico alemán salen al césped a morder, a hacer goles, a ganar, a alimentar esa tradición de victoria que han edificado por años en la competición continental.
Ahora, sin embargo, tendrán en frente al equipo al que mejor le va jugar en Europa, el mismo que ha ganado 14 veces la máxima competición del viejo continente, el que los derrotó en la final de París en 2022, el que los eliminó un año antes y el que los sometió en la final de Kiev, en 2018. El rival, por tanto, no es uno más, es el Real Madrid del entrenador con más éxitos en esta competición, Carlo Ancelotti.
LAS SECUELAS DE LA IDA
Nadie imaginó, al conocerse el durísimo pareo de octavos entre Real Madrid y Liverpool, que una vez terminado el partido de ida, uno de los dos tendría ventaja de tres goles sobre el rival. Parecía imposible, y trascurridos los primeros 15 minutos del choque en Anfield, por la cabeza de nadie pasó que los de la capital española saldrían de aquella encerrona como ganadores.
Pero el fútbol es así. El Liverpool arrancó como un torbellino. Tras los primeros acordes, el egipcio Mohamed Salah asistió al uruguayo Darwin Núñez y puso el 1-0 ante un estadio que rugía a más no poder. Poco después se equivocó uno que casi nunca lo hace, Thibaut Courtois, y Salah no lo perdonó para poner un 2-0 que parecía lapidario. El Madrid sufría y los de Klopp estaban a su aire, pero las cosas suelen cambiar en el fútbol, tanto como con el tiempo.
Vinicius Junior, ese brasileño que nunca se deja vencer, recogió un pase de Karim Benzema, picó hacia su derecha, se fue entre las piernas de varios defensores y le pegó al balón en busca del poste más alejado. La pelota lamió la madera y se fue a las redes. El 2-1 daba un poco de aire al Madrid, que levantó la cabeza. Poco después, otra vez Vinicius le tuvo fe a una pelota y presionó al arquero, que estrelló contra el el despeje y así llegó el empate, tras error garrafal.
Con el 2-2 llegó un segundo tiempo fantástico para el Real Madrid. Modric ejecutó una falta sobre Vinicius muy cerca de donde se ejecutan los saques de esquina y mandó la pelota directo a la cabeza de Militao, que remató implacable al arco. Ahora iba delante el once español y los jugadores del Liverpool miraban hacia arriba como preguntándose cómo podía ser posible.
Del resto se encargó Benzema. Un disparo desde la derecha fue desviado por un defensa y terminó en las redes, y poco después remachó un pase de Vinicius, tras una espectacular corrida de Luka Modric para un 5-2 lapidario, o al menos eso se pensaba en aquel momento, pero con el paso de los días la ventaja no parece tan grande para uno, ni la desventaja insalvable para el otro. Sobre todo porque hay antecedentes.
EL LIVERPOOL APELA A LA REMONTADA CONTRA AL BARCELONA
El 1 de mayo de 2019, Barcelona y Liverpool se enfrentaron en el Camp Nou en el último paso camino a la final. Estaban en la antesala del momento añorado por todos: la posibilidad de discutir el título. Y ese día el Liverpool de Klopp jugó bien, pero sin acierto. Sus rivales cada vez que tuvieron una oportunidad, la convirtieron en gol. Marcaron Luis Suárez (26) y Lionel Messi (75 y 82).
Bueno, no convirtieron todas las oportunidades, porque Ousmane Dembelé erró una casi con el pitazo final, y malogró la posibilidad de ir a Anfield con un 4-0 que hubiera parecido un imposible. Tras el partido Klopp dijo que no había nada que hacer, que todo estaba sentenciado, que habían perdido la eliminatoria. Pero eso fue de puertas para afuera. Al vestuario le dijo que no se había perdido nada, que había que marcar uno en casa para meterle miedo al rival.
Y llegó Anfield. El Liverpool tenía bajas, pero la moral alta. Y el Barcelona sabía de los medios que generaron eliminaciones anteriores. El plan de Klopp salió a la perfección: un gol para meter miedo y luego a por ellos. Y al minuto 7, Divock Origi, que no era un habitual en la alineación, abrió la cuenta. Al 54 descontó otro Georginio Wijnaldum, y dos minutos después él mismo logró el empate.
El Barcelona estaba groggy, no sabía cómo salir de la encerrona, y en el rostro de sus jugadores solo se veía resignación, como si hubieran querido que todo acabara de una vez. Y se acabó en el minuto 79, cuando los jugadores del club catalán descuidaron el cobro de un tiro de esquina y el propio Origi mandó a guardar la pelota en las redes de ter Stegen.
Con ese espíritu enfrenta el Liverpool la vuelta ante el Real Madrid, solo que el rival no es el Barcelona, ni el escenario Anfield Road. Se trata del Madrid, que le ha tomado la matrícula, y un Santiago Bernabeu que en Champiosn parece aportar energías extras. Yo creo que pasa el Madrid, y ¿tú qué crees?