Habrá partido entre el Real Madrid y Barcelona otra vez. Y como siempre volverán las especulaciones, las conjeturas, las críticas a los árbitros, el optimismo desmedido de unos, o de todos, siempre antes del partido. Y luego la frustración después de la derrota. Porque los reveses dejan eso siempre: un poco de dolor, el análisis para saber en qué momento se rompió el partido. Esas cosas del fútbol, que son de siempre.
En los clásicos, esos partidos entre los blancos y los blaugranas, siempre hay polémica. Lo que es penalti para uno, para otros no. La tarjeta amarilla solo debió ser falta para el que la recibió y roja directa para el contrario, y si un balón se queda sobre la línea de gol, el que lo lanzó intentará demostrar que es válido y el otro dirá que ni se acercó. Así se vive la rivalidad entre los dos mejores equipos españoles.
Y en tiempo de redes sociales, salen más cosas a relucir. Los ataques entre los seguidores de un bando u otro se multiplican. A veces aparecen algunos cuerdos, que hacen los análisis desde la sobriedad, que no tanto como desde la objetividad, porque es complicado pedirle a un seguidor del Barcelona o del Real Madrid que sea objetivo cuando su equipo juega contra el gran rival.
UN CLÁSICO CON MÁS POLÉMICA QUE FÚTBOL
El de este domingo fue un partido marcado por la polémica. El fútbol de por sí es polémico y en cada jugada pueden encontrarse motivos para declarar que un gol no valió, o en cada penalti puede haber más de una lectura, pero tampoco se puede discutir por todo, considerar que cada acción es fruto de la parcialidad de los árbitros, que quieren, abiertamente, beneficiar a uno u otro equipo.
Las quejas, normalmente llegan del bando perdedor, porque los que ganan no pierden tiempo en esas cosas y se dedican, sobre todo a festejar. Ganar un clásico es importante, y si lo consigues, no te vas a detener a analizar una jugada en la que el árbitro pudo actuar mal. El que gana disfruta, jamás se lamenta y mucho menos va contra el árbitro. O al menos sucede muy pocas veces.
Xavi, por ejemplo, se quejó de todo. Desde el primero al último minuto, el entrenador estuvo intranquilo en el lateral. Cierto que festejó los goles, pero no estaba con confianza, y explotó cuando el penalti de Pau Cubarsí a Lucas Vázquez, el primero que le marcan en la temporada de Liga a su equipo, o cuando el gol fantasma sobre un remate de Lamine Yamal, que el árbitro ni el VAR concedieron.
Al final del partido, en la rueda de prensa, el técnico, que ya anunció su salida del club al final de temporada, hablo de robo, de que sabía que estaba todo preparado, de que al Barcelona no lo han dejado competir en la Liga y de no sé cuántas cosas más. Todo en un tono que no sienta nada bien, y mucho menos si viene de un club que pagó más de siete millones de euros a los árbitros, o al vicepresidente de estos.
También apareció en escena Joan Laporta, el presidente, a decir que si aparece una prueba que valide el gol fantasma, va a imputar el partido con la intención de que se vuelva a jugar. Al final, todo es parte de un teatro montado para tener en atención al aficionado luego de un año de solo fracasos, que despedirán sin títulos, y todo eso ante un veranos en el que tendrán que vender jugadores.
UN MADRID CASI CAMPEÓN
Con el gol de Lucas Vázquez, que significaba el 2-2, el Santiago Bernabeu y el banquillo blanco estallaron. El empate representaba mandar al equipo culé a casa a la misma distancia a la que llegó, solo que con una jornada menos por jugar, porque en lugar de 31 fechas, habrían pasado 32. Ocho puntos en seis partidos, con un líder que solo ha cedido en un choque, también parecía un imposible.
Sin embargo, cuando el partido entró en esos minutos de vértigo del alargue, el Barcelona intentó presionar arriba, pero el local le arrebató la pelota. Brahim se fue por el centro ante una zaga que regresaba atropellada y se juntaba para impedir el paso del delantero. Entonces este mandó la pelota a la derecha desde donde centró Luchas Vázquez. Joselu solo levantó el pie para que pasara y le quedar a Bellingham.
El inglés se convirtió, en apenas unos meses, en la nueva pesadilla de los blaugranas. A pesar de que estaba un poco escorado, soltó un zapatazo tremendo que solo vio pasar Marc-André Ter Stegen, a quien no le dio tiempo ni a levantar los brazos. Era el tercer gol del último fichaje del Real Madrid ante el archienemigo. Los dos últimos en el tiempo de descuento de los dos partidos de Liga, para romper abrazos en el marcador.
Entonces sí explotó el Bernabeu, el banquillo... El Barcelona se fue a 11 puntos con 18 por disputarse. Los de Ancelotti acarician el título, el paseo por Cibeles y ganan en tranquilidad para centrarse en la pelea europea, porque en unos días tienen el partido de ida ante el Bayern de Múnich por las semifinales de la UEFA Champions League. Una temporada redonda.
Y encima de eso, el Madrid espera refuerzos para el próximo año: ante todo el retorno de dos de sus grandes estrellas, los lesionados Thibaut Coutois y David Alaba, la llegada de Kylian Mbappé, y las más que probables de Leni Yoro y Alphonse Davis, ambos para reforzar la zaga. Cierot que se irá alguno, pero ahora mismo, después de ganar el clásico, nadie piensa en eso.