Por años, Cuba fue una potencia del deporte olímpico. La isla caribeña llegó hasta los 14 título en unos juegos estivales, los de Barcelona 1992, en momentos en los que estalló una gran crisis en el país, que terminó por sepultar el movimiento deportivo y provocó el éxodo de cientos de grandes figuras, la última de ella la campeona mundial de lanzamiento del disco en 2015, Denia Caballero. Mientras, sen cualquier momento aparece otro nombre en los medios.
Caballero, también medallista de bronce olímpica, terminó segunda en una reunión en Castellón, con registro de 63.07 metros, su mejor marca del año, por detrás de su compatriota Silinda Morales, y poco después abandonó la delegación de su país. Por el momento, se encuentra en paradero desconocido, pero lo que sí está claro es que no volverá a competir por su país, ni regresará a Cuba, donde los deportistas que desertan tienen prohibido el retorno.
La discóbola se convirtió en la deportista número 24 en abandonar equipos de la isla en lides internacionales en los primeros cinco meses y medio de 2023, y en la segunda de su especialidad, desde que lo hiciera otra de destacado palmarés y muchas condiciones, Yaimé Pérez. La mayoría de los atletas cubanos abandonan la isla y luego pasan a competir por equipos de países europeos. Mientras, los de otros deportes, como el béisbol, prefieren ir a Estados Unidos o República Dominicana.
RENÉ AROCHA ABRIÓ EL CAMINO
Por años, el sistema cubano alardeó del nivel de sus deportistas, de la infinidad de títulos mundiales, conseguidos, sobre todo en épocas del amateurismo, sobre todo en deportes como el béisbol, el boxeo, el voleibol, atletismo, judo, lucha en sus modalidades de libre y grecorromana, y en alguna otra disciplina esporádica, como el Taekwondo y el tiro. Pero la irrupción de los profesionales en el panorama olímpico cambio todo de golpe y porrazo.
Los cubanos, que permanecieron ajenos al mundo y a los grandes premios durante décadas, se dieron cuenta de que con lo que ganaban en las competencias se podía vivir y un buen día comenzó el goteo de las escuadras nacionales. El primero en hacerlo fue el beisbolista René Arocha, quien desertó en Miami en 1991.
El otrora estelar lanzador regresaba de una gira con la escuadra nacional cubana por Estados Unidos y aprovechó su paso por Miami, la segunda ciudad con más cubanos, para quedarse. Poco después firmó un contrato como lanzador abridor con los Cardenales de San Luis, donde hizo carrera, sin poder regresar nunca más al lugar donde nació, y donde murieron sus familiares más cercanos, porque el gobierno de la isla le impidió volver.
Arocha solo abrió el camino. Su salida, su contrato con los Cardenales, su adaptación a un béisbol en el que los cubanos habían sido estrellas desde siempre, motivó a muchos otros, y el goteo se incrementó hasta convertirse en un chorro indetenible. Los beisbolistas se quedaron por decenas y se fueron por miles. Unos a través de México, otros por República Dominicana, algunos por Haití, y otros hasta por Europa, como el supersónico lanzador Aroldis Chapman.
Más de tres décadas después de deserción de Arocha, hay cientos de cubanos en las organizaciones de las Grandes Ligas y sus categorías inferiores, y cerca de una veintena jugando al máximo nivel, con títulos de Serie Mundial para algunos y premios individuales como Jugador Más Valioso, líder de los bateadores o impulsador para otros. En los equipos donde hay cubanos, estos son referencia, mientras en la isla el béisbol se muere poco a poco, con estadios destruidos y vacíos y muy poco interés por él.
NO SOLO EL BÉISBOL
El 29 de julio de 1995 el saltador cubano Iván Pedroso llegó hasta los 8.96 metros en la reunión atlética de Sestriere, Italia. Su registro era nuevo récord mundial y mandaba al olvido a otros grandes, como Bob Beamon, Jesse Owens, Ralph Boston, Igor -Ter Ovanessian, Carl Lewis y Mike Powell, pero había bruma, alguien pasó frente al anemómetro en ese momento y la Federación Internacional no reconoció su marca como récord mundial, a pesar de haber superado la anterior por un centímetro.
Los organizadores de la lid cumplieron su palabra y premiaron a Pedroso con el Ferrarri que tenían destinado al que rompiera un primado universal. Los dirigentes del deporte en la isla decidieron que un auto de esa gama no estaba bien para Cuba, encontraron justificaciones, y se lo cambiaron por un Lada ruso, que podía valer hasta 300 veces menos. A Pedroso, que fue campeón olímpico en Sydney 2000 con una actuación fabulosa, no se le olvidó aquello y un día, tras terminar su carrera, dejó el país y se convirtió en el mejor entrenador del mundo.
Los boxeadores Odlanier Solis, Guillermo Rigondeaux, Erislandy Lara, Yuriolkis Gambia, Robeusis Ramírez y Yordenis Ugás saben lo que es pelear por títulos mundiales, y conocen cómo se vive cuando ganas mucho dinero con tu profesión. Lo mismo pasa con los voleibolistas de la isla, muchos de ellos entre los mejores del mundo jugando para clubes y selecciones extranjeras, mientras ese deporte en la isla anda cada vez peor.
A estas alturas, 31 años después de los Juegos Olímpicos de Barcelona y 32 desde que Arocha se quedó en Estados Unidos, el deporte cubano anda de capa caída. Cuando sale un deportista de nivel, se queda en el exterior, y la población está más al tanto de lo que hacen los que están fuera que de lo que ocurre dentro. Eso pasa, sobre todo, con los peloteros, los boxeadores y los futbolistas, pero también con especialistas de otras disciplinas.
Lo bueno, o lo malo, como quieran verlo, es que Caballero no fue la primera, y tampoco será la última. Incluso, muchos que en su día no lo hicieron, que prefirieron defender los colores de su país hasta el final de sus carreras, ahora se lamentan. Conozco muchos casos, pero lamentarse ahora no tienen remedio, aunque esos tuvieron la solución en sus manos y no la tomaron. Cosas del deporte, como ganar y perder.