David Silva sabía que la hora de retiro estaba cerca, que sería cuestión de tiempo, pero nunca imaginó que una imprevista lesión lo obligara a anunciar su adiós repentinamente, justo cuando le hacía muchísima ilusión jugar la próxima temporada con una Real Sociedad que estará enrolada en la venidera edición de la UEFA Champions League, un torneo que nunca ganó en su vida y que el Manchester City consiguió después de su salida.
Una lesión, a mediados de julio, mandó al jugador al paro, justo cuando hacía unos días que había iniciado la pretemporada, cargado de ilusión, y con las esperanzas del club, el técnico y los jugadores puestas en él, por su fútbol, su experiencia y su capacidad de liderazgo. No se lo pensó más: nada más supo el diagnóstico definitivo decidió que lo mejor era dejar el fútbol.
Con 37 años cumplidos, no iba a ser fácil para él someterse a una operación y enfrentar un período de entre seis y ocho meses de recuperación en el mejor de los casos, para luego intentar volver y jugar, si acaso, unos meses más. Por eso, tras saber que tenía el ligamento cruzado roto, no lo pensó dos veces y adelantó su adiós definitivo de las canchas, con el aval de ser uno de los pocos jugadores de su país con dos Eurocopas y un Mundial.
UNO DE ESOS PEQUEÑOS GIGANTES
En un fútbol donde cada vez prima más el físico, el centrocampista, nacido en 1986 en Arguineguín, no llamó nunca la atención por su físico, porque su estatura de apenas 1.70 metros apenas llamaba a atención en la cancha, aunque sí su juego, su visión del campo, la facilidad para controlar el balón, romper líneas, filtrar la pelota en busca de los jugadores más cercanos al área de gol.
Por esa razón siempre tuvo los ojos de los más grandes clubes encima. Y alguna vez, muchos de esos poderosos llamaron a su puerta, pero solo unos pocos pudieron contar con la magia de su fútbol, que, entre otras cosas, lo llevó a una carrera exitosa en España, y también en la Liga Premier de Inglaterra, desde las filas de un Manchester City que coqueteó siempre con el título de la Champions.
El canario hizo tan bien sus deberes en cada uno de los clubes en los que jugó, que por 12 años, que a mí me parecen muchos siempre, defendió los colores de la selección nacional. Se puso la elástica de la Roja por primera vez en 2006 y la llevó hasta la Copa Mundial de 2018, con tres participaciones mundialistas por el camino, a pesar de la constelación de buenos mediocampistas con sus mismas características en España.
Su título más importante lo consiguió en Suráfrica 2010, cuando debutó como titular con el equipo que dirigía Vicente del Bosque, sustituto de Luis Aragonés, pero la formación con cinco centrocampistas que propuso el técnico no funcionó y el entrenador decidió que Xabi Alonso, Xavi Hernández, Andrés Iniesta y Sergio Busquets estaban por delante de él. Tocó asimilarlo.
Desde entonces solo entró de cambio en otro partido y al final dejó el país surafricano feliz, porque había sumado una corona mundial a su palmarés. Iba a ser algo así como uno de los pocos españoles con esa condición. Y para él ya era bastante jugar al lado de tantas estrellas. Con la Copa Mundial ganada en Suráfrica, su nombre estaría para siempre en el recuerdo de los españoles.
ANTES Y DESPUÉS
Silva nació en Canarias pero sus pininos como futbolista los hizo en el Valencia, y con 17 años, en la temporada 2003-2004, jugó en Segunda División con el Valencia C.F. Mestalla, antes de irse cedido un año al Eibar, con el que tuvo todas las posibilidades de destacar, con muchos minutos en la cancha, lo cual hizo que se fuera cedido a la siguiente al Celta, ya en Primera División.
Desde la campaña 2006-2007, con su incorporación al primer equipo del Valencia, su carrera fue meteórica. Al llegar al equipo che se encontró con dos artilleros de clase, como Fernando Morientes y David Villa, y sus jugadas le permitieron a ambos destacar entre los goleadores. Quique Sánchez Flores era el técnico y todo fue a pedir de bocas para el pequeño centrocampista, que hizo su debut con al selección nacional.
Al año siguiente las cosas no fueron tan bien. El técnico fue sustituido por Ronald Koeman y los pesos pesados del equipo y el entrenador holandés tuvieron sus encontronazos, que terminaron con algunos en la grada, sin ser convocados. Pero la actuación de Silva fue tan del agrado de Luis Aragonés que el entonces seleccionador se lo llevó a la Eurocopa. Tenía 22 años y estaba entre los cuatro más jóvenes de la escuadra junto a Cesc Fábregas, Sergio Ramos y Raúl Albiol.
España fue campeona, lo mismo que en la edición de 2012. Y Silva fue parte del grupo que sumó títulos en las tres competiciones, pero ya era un centrocampista experimentado, pero para entonces ya defendía los colores del Manchester City, que había pagado 33 millones de euros por él en el verano de 2010, justo antes de disputarse la Copa Mundial.
Con los citizens ganó muchos títulos, pero le quedó pendiente alzar el de la UEFA Champions League, que el equipo entrenado por Pep Guardiola consiguió en la 2022-2023, tres años después de que Silva decidiera retornar a España, donde aún ganó un título más, la Copa del Rey, al imponerse en la final, por 1-o al gran rival, el Athletic de Bilbao, por 1-0 en el estadio de La Cartuja.