A principios de octubre de 2005 me encontré en un hotel de La Habana a César Luis Menotti. Fumaba un cigarrillo con tranquilidad en una esquina del lobby y miraba al exterior. El cabello medio húmedo, imagino que por alguna ducha matutina, y bastante canoso, caía sobre una chaqueta de mezclilla, de la que intentaba despegarlo, tal vez para que secara pronto, antes de salir a donde iba.
En octubre, el clima en la capital cubana ya no es tan duro como en junio, julio o agosto. Y la humedad suele ser alta, por lo que se presta para resfriados y esas cosas que sorprenden al forastero, que puede irse unos días después con alguna gripe. Y eso, al parecer, no era lo que quería el hombre que llevó a Argentina a su primer título en una Copa Mundial, al imponerse en su propio país en 1998.
Pasé para un lado, luego para el otro. Regresé, y el hombre seguía en la misma posición, con otro cigarillo, haciendo lo mismo. Con una pena tremenda me acerqué, solo para saludarlo, porque no tenía cómo eternizar aquel momento. "Buenos días, maestro", le dije. Se puso de pie al instante, me dio la mano y un par de palmadas en el hombro y me ofreció un cigarrillo, tal vez para que le dijera que no o me fuera.
EN PERSONA Y ANTE LA PRENSA
Le respondí que solo quería saludarlo, que era un admirador del fútbol, y que me había alegrado siempre por lo que había conseguido Argentina en copas del mundo. Todo eso lo dije atropellado, tal vez, pero él fue amable. Y me dijo algo sobre la importancia del más universal para los argentinos que ya no recuerdo bien, pero hablamos un par de minutos. O habló él, porque yo, lo admito, estaba nervioso.
Sí recuerdo bien que le pregunté por el Real Madrid y, a pesar de su pasado barcelonista, respondió en buen tono, y fue hasta jocoso. Me dijo algo así como que necesitan un técnico como Menotti. Y me aclaró que eran muchas estrellas, que jugaban lindo, pero que no era un equipo de fútbol lo que tenía el Madrid en ese momento. Un equipo lo forman artistas y obreros, me dijo.
Al final, le pregunté cómo la pasaba en Cuba y me respondió que muy bien, sobre todo porque casi nadie lo conocía y eso le permitía ir por ahí como una persona común y corriente, sin que nadie se le acercara para preguntarle de fútbol, aunque me dijo que hablar de fútbol era su pasión. Fue lindo, lo admito, hablar unos minutos con Menotti, aunque entonces pensaba que era mejor hacerlo con Carlos Bilardo.
De ese momento no tengo recuerdo alguno. No eran tiempos de celulares y yo, como la inmensa mayoría de los cubanos, no tenía cámara digital. Así que ese momento me lo guardé en la memoria. Uno o dos días después, en una conferencia de prensa, en el mismo hotel, pude hacerle una pregunta sobre la FIFA y su papel como rectora del fútbol mundial, a partir de algunos procesos extraños en la cúpula de la institución y su respuesta fue tajante entonces, muy distante de la charla del día anterior.
"La FIFA no es el Fútbol. El fútbol es de los jugadores. Los que dirigen solo quieren sacar partido, ganar dinero, explotar al que verdaderamente hace el espectáculo, que es el jugador, y que cada vez tiene que viajar más para cumplir sus compromisos. Y entonces vienen las lesiones, el agotamiento, tanto físico como mental, que acaba con la carrera de muchos grandes jugadores, sobre todo".
MENOTTI ME DECEPCIONÓ EN ESPAÑA Y MARADONA TAMBIÉN
En Cuba no se veía fútbol internacional. Los escasos medios del país no le dedicaban tiempo al más universal. Las televisoras jamás transmitían un partido en los años 70 y principios de los 80. No se podía ver el Mundial ni en un cine. Y el eco de los grandes títulos, a veces llegaba demasiado tarde. Por eso supe mucho después de la victoria de Argentina, y me familiaricé con algunos nombres. Pero me extraño, sobre todo, que no estuviera Diego Armando Maradona, de quien hablaban todas las emisoras que escuchaba a escondidas en mi casa a través de un viejo radio con onda corta.
El niño que yo era siguió en su afán de saber más sobre el fútbol y descubrió en emisoras españolas que habría Mundial en la península en 1982, y que Argentina iría con Maradona y de nuevo con César Luis Menotti en el puesto de mando. Argentina era favorita, pero los favoritos no siempre ganan y la albiceleste tuvo que esperar a 1986, en México, con Carlos Salvador Bilardo, para volver a ganar.
Para entonces, en Cuba ponían algunos partidos, sobre todo de las instancias finales, y aunque mi pasión iba más hacia el otro grande del fútbol suramericano, Brasil, no tuve más remedio que admirar la frialdad de Bilardo, esa forma casi cruel de entender el fútbol, la manera en que se manejaban sus hombres en la cancha, y la facilidad para entender que la albiceleste no dependía de sus planteamientos, sino de lo que hiciera Maradona sobre la cancha.
Luego, después de la explosión de youtube, he visto muchos vídeos de Menotti, sus polémicas, sus exposiciones, esa manera tan suya de apreciar el juego, el valor que le daba al espectáculo, a la ofensiva, al buen trato al balón, al talento por sobre todas las cosas, y aunque uno no sea un abanderado a ultranza de esas posiciones, no tiene más remedio que reconocer que del más universal sabía mucho, y enseño mucho.
Ya Menotti es historia, como lo es Pelé, Beckenbauer, Maradona, Di Estéfano, o esa pléyade de grandes técnicos y jugadores que nos han dejado en los últimos años. Entre esos, tendrá el entrenador un lugar muy especial, aunque sobre todo en su país, donde era considerado como uno de esos genios que escribieron un día el libro del fútbol, cual si de La Biblia se tratara.