A la monarquía que rige los destinos de Arabia Saudita no le hizo ninguna gracia que Qatar se le adelantara en el fútbol, que llevaran a casa una Copa Mundial, que estrellas del más universal, aunque fuera en el ocaso de su vida, se fueran al pequeño país, en tanto el de más extensión de la zona quedara al margen. Incluso, tampoco le hizo gracia que el Paris Saint-Germain ganara notoriedad en Francia y en Champions.
Los qataríes, de manera muy dudosa, se hicieron con la sede de la Copa Mundial de 2022. Tras la elección del país, explotaron dirigentes de la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) y la mayoría de los pesos pesados perdieron el puesto, algunos de ellos fueron, incluso, a parar a prisión. Pero el país organizó el torneo en una época un poco rara, porque fue en diciembre, en lugar de lo habitual, en junio, julio o agosto.
Todo eso motivó a los sauditas, que no quisieron quedarse atrás, sobre todo porque vieron en el deporte un filón para promocionarse como país y donde invertir esas sumas sin fondo que ingresan por los, al parecer inagotables recursos petroleros que salen de aquellas tierras que en un momento parecieron las más áridas del mundo y que ahora ofrecen todas las posibilidades del mundo.
CRISTIANO RONALDO Y LA LIGA SAUDITA
En Arabia siempre se jugó fútbol. De hecho, los equipos saudíes, cuando han llegado a una Copa del Mundo, han dejado buena impresión. Son jugadores rápidos, que corren desde el primer minuto hasta el último, y alguna sorpresa dieron en ediciones anteriores, incluso en la última lid, la de Qatar, se estrenaron con victoria por 2-1 ante la selección argentina, que a la postre conquistó el título mundial.
El gran golpe, sin embargo, sobrevino después: se llevaron a Cristiano Ronaldo del Manchester United, lo forraron de oro y lo promocionaron todo cuanto quisieron de enero a junio. Cuando acabó la temporada en medio mundo, el gobierno y los clubes sauditas abrieron sus arcas y se lanzaron a Europa a reclutar a todo aquel que quisiera seguir los pasos del capitán de la selección portuguesa. El desfile fue enorme.
Ya Cristiano marcaba goles, pero a los sauditas no les bastaba. Querían más jugadores, más estrellas y no dudaron en ir a por ellos. Donde había un futbolista entrado en años, con filón mediático, sobre todo, allá iban ellos. Solo muy pocos jugadores no se dejaron convencer por las sumas desorbitantes de dinero que ofrecían. Prefirieron jugadores veteranos, con contratos vencidos, pero no solo se ciñeron a eso.
En su cruzada, por ejemplo, se llevaron al senegalés Sadio Mané, quien no acababa de asentarse con el Bayern Múnich y le ofrecieron un salario superior a los 100 millones de dólares al año. Al brasileño Neymar no solo le acercaron el sueldo anual a los 200 millones de dólares anuales, sino que le ofrecieron palacios, aviones privados, y garantías para toda esa compañía ruidosa que acompaña al crack brasileño.
La Liga quería, sin embargo, a alguien con un Balón de Oro. Otro que tuviera el premio, además de Cristiano, y fueron a buscarlo al Real Madrid. De allí sacaron a Karim Benzema. El galo recibiría más de 200 millones de dólares, aunque no pudieron convencer ni a Luka Modric ni a Lionel Messi, quien había terminando su pacto con el PSG y se fue a Miami, a otra liga exótica, donde ganará más que la mayoría de los otros jugadores juntos.
JOHN RAHM, EL DAKAR, LA COPA MUNDIAL
Tampoco pudieron convencer a Tony Kroos, ni a alguna otra estrella, sobre todo de esas que creen que tienen la vida resuelta con 40 o 50 millones de dólares y que tener 100 o 200 más no le cambiará mucho. Y encima, potenciaron a su equipo en la Liga Premier, el Newcastle United, que entró en Champions en la presente temporada, pero cayó en el grupo de la muerte y no pudo alcanzar los octavos de final.
Al Newcastle le tocó competir con el PSG, el Borussia Dortmund y el Milán AC y no pudo seguir en la lid, pero mandó un aviso a navegantes sobre las potencialidades de un club que tiene un sólido respaldo financiero detrás, y que tal vez esté esperando el momento oportuno para dar un golpe en la Liga Premier, donde manda el Manchester City, por ejemplo, cuyos fondos provienen de los petrodólares de Los Emiratos Árabes Unidos.
Para demostrar que no solo el fútbol es una prioridad en el país, Los sauditas organizaron hace apenas unos días una espectacular cartelera de boxeo, y en estos mismos momentos acogen uno de los grandes eventos para los deportes de motor, el tradicional y famoso Rally Dakar, que reúne a los mejores pilotos y constructores del mundo, en una lid que siempre tiene una promoción tremenda.
Como si eso fuera poco, sacaron del PGA Tour al mejor golfista del momento, el español John Rahm y le ofrecieron una cantidad tan grande de dinero que el multicampeón ni se lo pensó mucho. Solo dio el número de sus cuentas bancarias, hizo sus maletas y dejó Europa y Estados Unidos por el circuito saudita, con cuya presencia ganará rango, popularidad e incorporará en el futuro a otras estrellas.
Para ponerle la tapa al pomo, la FIFA, de golpe y porrazo, le otorgó la sede de la Copa Mundial de Fútbol de 2034. Cuando dos candidaturas conjuntas corrían por acoger el torneo de 2030, con la posibilidad de que una de ellas fuera sede de 2030 y la otra del siguiente, le dieron a cinco países la primera y casi como el que no quiere las cosas, le otorgaron la otra a los sauditas. El petróleo, o el dinero, lo resolvieron todo.